martes, 23 de septiembre de 2014

Honorio Pueyrredon: Inteligencia y honradez al servicio del Pueblo

En tiempos como los que vivimos donde la clase política de nuestro País se ve tan desprestigiada producto de las constantes muestras de incapacidad e incompetencia que deja casi cotidianamente, realizar una síntesis biográfica, para recordar, destacar y hacer conocer la trayectoria y la conducta del Doctor Honorio Pueyrredon resulta un acto de estricta justicia para este importante Dirigente de nuestro país y de la Unión Cívica Radical que enalteció a nuestra Nación y a la actividad política en si desde los ámbitos en los que se condujo.
                Honorio Pueyrredon nació en la ciudad de San Pedro, un 9 de julio del año 1876. En 1896 se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, lugar en el cual ejerció la docencia, pero su formación política también estuvo fuertemente ligada a la gran importancia que tuvo su familia en lo que respecta a la vida política de nuestra Nación desde su mismo nacimiento.
                Era sobrino nieto del General Juan Martín de Pueyrredon, prócer mismo de la Nación, héroe de la reconquista de Buenos Aires durante las invasiones inglesas, y que fuera Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Su abuelo fue José Cipriano Pueyrredón, otro gran patriota y soldado de las guerras de la independencia. Su padre era Adolfo Pueyrredon, el exiliado antirrosista que vivió en Brasil dieciséis años, donde se casó con Idalina Carneiro da Fontoura. Y que luego de la batalla de Caseros retornó al país radicándose en la localidad bonaerense de San Pedro.
Honorio Pueyrredon supo hacer honor y mantener en alto el nombre de sus ilustres antepasados a través de sus valores éticos y morales, su gran capacidad y su intachable e inclaudicable conducta, fue un hombre de gran lealtad y convicción ideológica.
Fue un hombre de fuertes convencimientos, abrazó la causa del radicalismo y por consiguiente fue un incansable luchador de los postulados doctrinarios de la Unión Cívica Radical.
Toda su vida fue un infatigable defensor del pueblo, de la justicia y de la libertad. Luchó por el sufragio libre y en contra de fraude instaurado en el país. En los Órganos de Gobierno que le tocó desarrollarse fue un claro promotor y defensor de la autodeterminación de los pueblos, la no intervención en los asuntos extranjeros, la neutralidad, la defensa de la soberanía nacional y la unidad latinoamericana.
Exigió siempre el respeto a la Constitución Nacional y las instituciones democráticas, como así también, exigió honradez administrativa y transparencia en la función Pública.
Entre su dilatada trayectoria política podemos destacar que fue nombrado ministro de Agricultura en 1916 por el presidente Hipólito Irigoyen, ministro de Relaciones Exteriores entre 1917 y 1922. Fue jefe de la delegación argentina en la primera reunión de la Sociedad de Naciones en Ginebra y se desempeñó como vicepresidente de su primera asamblea en 1920. En 1922 fue designado embajador ante los Estados Unidos, ocupó también el cargo de embajador en Cuba y fue Presidente de la delegación argentina a la VI Conferencia Panamericana, celebrada en La Habana en 1928. Fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires en las elecciones del 5 de abril de 1931, pero las elecciones fueron impugnadas y finalmente anuladas por el dictador José Félix Uriburu, que había derrocado al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen en 1930 dando inicio a una de las peores épocas de la Historia de nuestro país que luego fuera llamada la Década Infame.
Durante la década Infame desde el Gobierno Central se desató una ola represiva contra los radicales, y Pueyrredon fue desterrado. Después de un año regresa y se incorpora nuevamente a las filas de la U.C.R. Es elegido entonces presidente de la Honorable Convención Nacional partidaria. Continuó desplegando gran actividad en política y se lo consideró un fiel representante de las tendencias yrigoyenistas. Luchó contra el fraude electoral que garantizaba la estabilidad del poder central durante estos tristes años. Debido a su pensamiento de nuevo fue confinado: estuvo en la Isla Martín García, en San Julián y en el Penal de Ushuaia.
Lucho por la causa Nacional, aquella que dio vida la Unión Cívica Radical a través de Hipólito Yrigoyen, toda su vida hasta el día de su muerte en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1945.
Nos dejó discursos, comportamientos y frases para la posteridad que son y deberían ser guía para todo aquel que quiera distinguir la militancia política y para recordar alguna de ellas podemos decir que a los radicales nos dejó:
"El Radicalismo no es simplemente un sentir político o una tendencia. El Radicalismo es una religión de amor a la patria, de legalidad y justicia en las instituciones y solidaridad social en la democracia; es el culto cívico de los que creen en los derechos del hombre y buscan la armonía de la convivencia colectiva mediante el régimen de la soberanía del pueblo, principio básico de esa democracia que es la organización de máximo perfeccionamiento institucional alcanzado en la civilización.
"El Radicalismo es el credo político de la República. Debemos mantener incólume su dogma cívico, rindiendo intransigentes nuestro espíritu en su fe. Ay! de aquellos a quienes la seducción, el interés o la ambición, los lleve a claudicar de estos principios! Ninguna posición, por alta que ella sea, tiene valor si se adquiere al precio de una declinación individual o colectiva".- (Discurso en el banquete de confraternidad que ofreció un grupo de correligionarios visitantes a los desterrados en Montevideo 13-12-1931).
 
Honrar y destacar la trayectoria política de este pro hombre de la Unión Cívica Radical no es mas que dar un claro ejemplo y una enseñanza positiva para las futuras generaciones de cual es el camino correcto que se debe tomar tanto en la militancia política como en la función pública, ese ejemplo ético, moral y la capacidad puesta al servicio de la Nación.
 
 
 
Pablo Eduardo Vázquez