lunes, 23 de febrero de 2015

Crisólogo Larralde: El defensor de la Justicia Social en Argentina


 Crisólogo Larralde tal vez sea uno de los dirigentes de la Unión Cívica Radical que mas admiración y respeto despierte en mi a la hora de pensar en su figura, sus pensamientos, su trayectoria y su obra, no puedo evitar llenarme de profunda devoción y entusiasmo. Creo fervientemente que su conducta, sus valores y su inclaudicable lucha en defensa de los derechos del trabajador lo debieran poner en un lugar privilegiado entre los hombres que han hecho grande nuestra Nación, lugar que aún no ostenta, injustamente, pero que como dije debería tener reservado.
Nació en 1902 en Quilmes, Provincia de Buenos Aires, en una humilde casa de un barrio de trabajadores y gente también humilde como su familia, Fue parte de una familia de seis hermanos. Este, su entorno tal vez fuera el primer lugar donde Crisólogo aprendería de las necesidades del Pueblo y le sirvieran también para forjar lo que luego sería su fuerte ideario y lucha por la cuestión social.

Su padre, era un obrero anarquista, que lo introdujo en la militancia sindical. Su madre era una trabajadora doméstica. Comenzó a trabajar a los 13 años en una imprenta. De noche se interesaba por la lectura de libros relacionados con las luchas populares. Sus primeros trabajos fueron publicados en el periódico anarquista La Libertad de Avellaneda. En 1916, cuando tenía 14 años, se afilió a la Unión Cívica Radical, movilizado por el impacto histórico del triunfo de Hipólito Yrigoyen y a partir de allí y hasta el día de su muerte transitaría un largo camino en la vida política de la Unión Cívica Radical y de nuestra Nación constituyéndolo en el verdadero y único defensor “REAL” de la reivindicación de los derechos sociales y del trabajador en nuestro país, y digo el único real porque nunca se jactó de nada y menos aún, jamás se sirvió y benefició personalmente de su lucha y sus logros para beneficio de los trabajadores en la Argentina, como si otros lo hicieron. De esta manera cabe decir que será indiscutidamente a lo largo de la historia el máximo exponente social que tuvo la Unión Cívica Radical.

Al llegar la revolución del 6 de septiembre, fue dejado cesante como empleado de la Cancillería y de allí a la cárcel en su primera prisión política. Pero tuvo otras entradas: en 1932, 1951, 1954, 1955. Durante la llamada Década Infame fue elegido y asumió como Concejal en Avellaneda. Posteriormente resultaría electo senador provincial en Buenos Aires, pero presentará su renuncia indeclinable debido al fraude sistemático y generalizado que imponían los Gobiernos de la Concordancia. En 1943 fue uno de los fundadores de la corriente interna Revisionismo Bonaerense, presidida por Ricardo Balbín, e integrada por Oscar Alende y Moisés Lebensohn, entre otros, que constituyó uno de los primeros intentos en desalojar de la conducción de la UCR a la corriente conservadora unionista (alvearista).


En abril de 1945 fue uno de los firmantes de la Declaración de Avellaneda, que diera origen poco después al Movimiento de Integración y Renovación (MIR).

Ante las movilizaciones obreras del 17 de octubre de 1945, Larralde se opuso a la lectura despectiva de los hechos que caracterizó al unionismo radical y los sectores conservadores sosteniendo, apoyando decididamente el contenido y el accionar de aquellas manifectaciones:

Luego del 17 de octubre de 1945, junto al resto de los intransigentes, Crisólogo Larralde se opuso a que la Unión Cívica Radical integrara la Unión Democrática, y rechazó el tono crudamente antiperonista de la campaña electoral. Después de la estrepitosa derrota de la Unión Democrática en las elecciones de 1946, Crisólogo Larralde, fue junto con Antonio Sobral y Arturo Frondizi uno de los tres intransigentes que integraron la Junta de siete miembros que reemplazó al Comité Nacional. A poco andar, los tres miembros intransigentes abandonaron la Junta por las diferencias irreconciliables que tenían con el sector unionista.

En 1954 se realizaron elecciones para elegir vicepresidente de la Nación, Larralde fue el candidato del radicalismo. Durante la campaña electoral Larralde denunció la falta de libertades políticas y la importancia que las mismas tienen para defender los derechos de los trabajadores. Larralde decía en esa campaña:

“Queremos que las palabras “revolución social” de que ha hablado el presidente de la República, se conviertan mediante nosotros en un hecho generoso y positivo para bien de todos. Queremos hacerlo sin sangre y sin rencores, como aquí se dijo, no a favor de un partido, si a favor de un pueblo; queremos anteponer a los privilegios económicos, el derecho del individuo, pero nada vamos a poder realizar, absolutamente nada, si primero no conseguimos el arma más importante, que es el arma que todas las dictaduras niegan. El marxismo dice: 'La libertad es un prejuicio burgués'. El fascismo afirma 'La libertad es un cadáver putrefacto en el Estado'. El peronismo dice 'La libertad no sirve para comer'. Nosotros decimos que la libertad es lo único que sirve, que hay derecho de comer por el hecho de haber nacido; que hay derecho de comer para conservar la vida; para ennoblecerla con los actos de cada mañana y de cada tarde; pero no vivimos para comer, si no a la inversa”.

                En 1956, la Unión Cívica Radical se dividió en dos: la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) dirigida por Arturo Frondizi, y la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) dirigida por Ricardo Balbín. Crisólogo Larralde fue uno de los dirigentes que más se esforzó en evitar la fractura. Una vez producida se integró a las filas de la UCRP en donde fue elegido ese mismo año presidente del Comité Nacional.

En 1957, como presidente del Comité Nacional de la UCRP, intervino activamente para evitar que los convencionales de la UCRP se retiren de la Convención Constituyente antes de dar su voto favorable por el artículo 14 bis de la Constitución Nacional, sobre los derechos del trabajo. Sin embargo, inmediatamente después, los convencionales sabattinistas, junto a los conservadores, se retiraron finalmente de la Convención Constituyente, impidiéndole continuar.

Allí dejaría para la posteridad su mayor obra por la justicia social quedando consagrado el Artículo 14 bis:

Artículo 14. bis.- El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tareaparticipación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial.

Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes gremiales gozarán de las garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical y las relacionadas con la estabilidad de su empleo.

El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable. En especial, la ley establecerá: el seguro social obligatorio, que estará a cargo de entidades nacionales o provinciales con autonomía financiera y económica, administradas por los interesados con participación del Estado, sin que pueda existir superposición de aportes; jubilaciones y pensiones móviles; la protección integral de la familia; la defensa del bien de familia; la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna.

                Desde aquel momento, el Artículo 14 bis de la Constitución es el más mentado por muchos dirigentes sindicales, que nunca se acuerdan del nombre del autor ni de las circunstancias de su sanción. Promulgan a viva voz la doctrina de Justicia Social Peronista pero no ponen en valor ni aceptan que el logro de justicia social mas importante de nuestro País fue obra de un Radical y ese radical es Crisólogo Larralde.

Su solidaridad y sus convicciones lo llevaron a luchar por los pobres, los excluidos, los explotados, haciendo práctica esa vieja premisa de Leandro Alem cuando afirmó que “la Unión Cívica Radical es la causa de los desposeídos…”. 

 “La clase obrera, la única clase, porque de su carne y de su sangre nacieron el sabio, el descubridor, el estadista, el sacerdote, el guerrero y el pacifista, el revolucionario y el verdugo, el poeta y el santo y hasta el rico, esa clase única está marchando y sino se demora en tratos venales, ni en la faena mercantil de su propio destino, llegará al campo abierto de la vida en libertad, con derechos totales, con seguridad y fuerza para afirmar el bienestar humano. Entonces todos seremos obreros de alguna obra”.

En 1962 Crisólogo Larralde era el candidato a gobernador de Buenos Aires por la UCRP. El 23 de febrero, en ocasión de un acto de campaña en el distrito industrial de Berisso, Gran Buenos Aires, murió en la tribuna, en el momento en que pronunciaba su discurso, justo allí, en plena campaña, en plena tribuna y en pleno Barrio de trabajadores.

Por todo lo que significa y por toda su obra es que resulta indispensable para el radicalismo retomar el pensamiento y la acción de Crisólogo Larralde, para volver a ser la fuerza histórica que defienda los derechos de quienes menos tienen, para que el pueblo en su conjunto pueda ejercer sus derechos, acceder a la educación, defender sus conquistas laborales y constituirse en el motor de una República, que de la mano del trabajo, la educación y la igualdad de oportunidades, inicie un camino de grandeza y progreso, para beneficio de todos nuestros compatriotas y en definitiva, de nuestra República Argentina, como lo soñaron hombres como Leandro Alem y Crisólogo Larralde.

Queda mucho aun en este camino: Está en pie el artículo 14, nuevo, de la Constitución Nacional. Está en pie, pero no anda, no camina, no avanza, esta en pie pero detenido. Mi partido está en la obligación de convertirlo en un cuerpo de leyes, pues no puede tolerarse que se haya sostenido el conjunto de sus afirmaciones progresistas como mera expresión de propaganda electoral”.

Existe “inconstitucionalidad por omisión” en todos los aspectos que en estos cincuenta años no fueron contemplados por las leyes, frustrando el goce de los derechos enumerados. Es nuestro deber seguir el camino y luchar por la realización efectiva de las conquistas Sociales que se lograron con la incorporación del Artículo 14 bis a la constitución Nacional.

“El peronismo dice ‘La libertad no sirve para comer’. Nosotros decimos que la libertad es lo único que sirve, que hay derecho de comer por el hecho de haber nacido; que hay derecho de comer para conservar la vida; para ennoblecerla con los actos de cada mañana y de cada tarde; pero no vivimos para comer, si no a la inversa”

Crisólogo Larralde

Pablo Eduardo Vázquez

viernes, 20 de febrero de 2015

ENRIQUE MARTÍNEZ EL VICEPRESIDENTE DEL GRAN CAUDILLO

               Nació el 25 de julio de  1887 en la ciudad de Córdoba, (aunque algunos datan su fecha de nacimiento el 15 de agosto de manera errónea, puesto que la documentación que existe, es clara situando su nacimiento el día 25 de julio de 1887).
                Realizó sus estudios primarios en el Colegio “San José” de la capital cordobesa, y asistió a la escuela secundaria en el Colegio de la Inmaculada, de Santa Fe. Luego de su paso por el Servicio Militar, se trasladaría a Buenos aires para realizar sus estudios en la facultad de Medicina, allí por el año 1900, obteniendo su título de médico en 1910 graduado de la Universidad de Buenos Aires.
                Su Padre, Rogelio Martínez, nacido alrededor de 1857, era un inmigrante gallego, proveniente de la localidad de Marín, Provincia de Pontevedra, llegado a Córdoba en 1873, cuando todavía no había alcanzado la mayoría de edad. Logró abrirse paso entre la élite local contrayendo matrimonio al poco tiempo con su prima, Isabel de Berrotarán y Garzón, perteneciente a una familia fuertemente instalada en el medio social. De este enlace nacería Enrique Martínez y siete hijos más. Se dedicaría en la faz económica al comercio producto de la ayuda y el estímulo de su tío.
                Rogelio desempeñó el viceconsulado de España a comienzos de la última década del siglo XIX. En 1909 fue incluido en la una lista municipal impulsada por los comerciantes locales, obteniendo tras las elecciones una banca como concejal, y dos años más tarde pasó a presidir el Consejo Deliberante, posición desde la cual le tocó hacerse cargo interinamente de la Intendencia. Falleció a los 55 años de edad el 20 de abril de 1912.
                Como dato anecdótico en este artículo podemos decir que Víctor H. Martínez, vicepresidente de la Nación durante el Gobierno de Raúl Alfonsin.  Es hijo de Raúl Victorino, quién llegó a la diputación nacional en 1928 como presidente de la UCR. Y nieto de Heriberto Martínez, hermano de Rogelio y Tío de Enrique Martínez. También Alan García ex Presidente de Perú tiene lazos en la familia al ser éste esposo de María del Pilar Nores Bodereau, bisnieta de Rogelio Martínez.
                Enrique Martínez comenzaría su actividad política después de la revolución radical de 1905, siendo él, estudiante universitario en la Capital Federal, participaría en la fundación de un comité juvenil. Vuelto a Córdoba, su ciudad natal, se dedicó al ejercicio de su profesión y a la cátedra que dictó en la Universidad de Córdoba, más tarde dirigió los hospitales San Roque y Español, este último fundado por Heriberto Martínez, situado en el barrio que lleva el nombre de Rogelio Martínez.
                En el año 1913, Enrique Martínez se afilia a la Unión Cívica Radical, que el año anterior se había presentado por primera vez en los comicios para gobernador provincial, como consecuencia de la aprobación de la ley nacional conocida como Sáenz Peña, Al año siguiente, se sumaría también a las filas del radicalismo su primo Raúl Victorino Martínez. Rogelio, su padre, había fallecido el año anterior, el 20 de abril de 1912, por lo que no pudo ser parte de la actividad política de la familia.
                Creció su prestigio en la ciudad a partir del ejercicio de su profesión  y por la exposición pública que lo llevó a tener gran opinión de parte del electorado. Desempeñó los cargos de concejal municipal y diputado a la legislatura, siendo electo en 1916, el 26 de marzo de 1916 fue electo diputado por el tercer distrito que comprendía los departamentos Minas, Ischilín y Cruz del Eje. Más adelante, en febrero de 1917 fue votado para ser diputado nacional y ocupar la vacante originada a partir de que Elpidio González pasó a revestir el cargo de ministro de Guerra. En aquella oportunidad su diploma de legislador fue rechazado, pero al ser revalidado por el voto en marzo de 1918 logró ocupar una banca en la cámara baja del Congreso de la Nación hasta 1922.
                En el año 1926 fue candidato a intendente de la ciudad de Córdoba, en esta elección se enfrentó al ingeniero Emilio Olmos, la personalidad más prestigiosa en el orden local del partido demócrata. Martínez fue vencido en esa elección. En ese mismo año las autoridades de la Unión Cívica Radical lo designaron para reorganizar el partido en la provincia de Santa Fe. Luego de cumplir tareas allí, el radicalismo santafesino ganó las elecciones provinciales de 1926. Fue electo gobernador de Córdoba en diciembre de 1927, con José Antonio Ceballos como vicegobernador, Triunfó por un gran número de votos sobre la candidatura demócrata del doctor Julio A. Roca, y asumió el gobierno de su provincia el 17 de mayo de ese año, sucediendo en el cargo a Ramón J. Cárcano. Desempeñó el cargo hasta el 14 de agosto del mismo año, cuando fue designado por el colegio electoral como vicepresidente de Hipólito Yrigoyen, ante el fallecimiento del vicepresidente electo el Dr. Francisco Beiró, asumiendo la Vicepresidencia el 12 de octubre de 1928.
                Aquella elección presidencial donde la UCR llevó la formula Yrigoyen – Beiró, fue conocida como el “plebiscito”, porque el yirgoyenismo dobló en votos a sus opositores, 840 mil contra 440 mil de la formula radical antipersonalista Melo-Gallo.
                Don Hipólito tenía 78 años y además de su avanzada edad, su salud también hacia mella en el gran caudillo provocando que no pudiera desarrollar de la mejor manera sus actividades de presidente, pero la conspiración que comenzó a urdirse en su contra desde el mismo momento en que ganó las elecciones que habilitaron su segundo mandato se debió más a sus aciertos que a sus errores, el radicalismo al mando de Hipólito Yrigoyen había trastocado los intereses de muchos, en especial de aquella oligarquía que durante tanto tiempo se había servido y apropiado de la nación y que el radicalismo había mandado a cuarteles de invierno, también la unión Cívica Radical había expulsado a ciertos capitales extranjeros que respondían al imperialismo y tenían como “empleados” de sus intereses regionales a aquel contubernio que desangraba económicamente a la República, sumado a todo esto,  la gran crisis mundial, la llamada depresión del 29’, generó ciertos focos de incertidumbre en la sociedad.
Juan Domingo Peron junto a José Felix Uriburu
                La prensa argentina también fue parte importante de la conspiración agitando diariamente a las masas, los diarios Crítica, La Fronda y la Nación, habían encabezado una feroz campaña psicológica preparando a la opinión pública para que aceptara el golpe. Todo esto y la aparición de un grupo pseudo fascista al mando del General José Felix Uriburu de la que participaría también un joven militar llamado Juan Domingo Peron, fue preparando el escenario para el golpe de estado.
                Una fuerte gripe impidió a Yrigoyen continuar a cargo del Ejecutivo, que delegó en su vicepresidente, Enrique Martínez el 5 de setiembre. Ya no quedaba nada por hacer. El sábado 6 de setiembre de 1930 el Colegio Militar y algunas tropas sublevadas comandadas por el general José Félix Uriburu y el general Agustín P. Justo, acompañadas de columnas espontáneas de civiles, llegó en triunfo a la Casa Rosada donde el vicepresidente Martínez fue obligado a renunciar.
                Algunos historiadores importantes han marcado que enrique Martínez también participó de la conspiración en contra de Yrigoyen y que al momento de llegar a la casa de Gobierno el General Felix Uriburu, Martínez lo estaba esperando para firmar la renuncia ya pactada, debemos decir que a la luz de los hechos y las crónicas que hoy conocemos esto no es cierto, como ya dije, en ese momento, ya nada se podía hacer, sin embargo Enrique Martínez, cuando le pidieron que firmara su renuncia, este se negó y se resistió al punto de forcejear con los golpistas que se encontraban allí, hasta que le apuntaron con un arma, en ese momento recién ahí firmó su dimisión, este hecho demuestra a las claras que Martínez nunca conspiró contra el gobierno democrático de Yrigoyen aunque su personalidad no era justamente consecuente con la del gran caudillo, se dice que comulgaba más con las ideas Alvearista.
                Se dice, y se puede también interpretar leyendo las crónicas de la época que su actuación tanto en los cargos electivos como en la política, fue prudente y discreta. Gozaba y ganaba prestigio en las filas populares por la firmeza de sus convicciones partidarias, sus ideales, su conducta  y por su desprendimiento.
                De esta forma, se había consumado el primer golpe de Estado que terminaba con la legalidad constitucional y legitimaba la participación del poder militar en el gobierno. Finalizaba así la primera etapa de un gobierno popular y legítimo en la Argentina y se consumaba el primer golpe de Estado en el país, se daría paso a una de las épocas más nefastas de nuestra Nación, comenzaba la “Década Infame”.
                Después del golpe, Enrique Martínez fue puesto en prisión durante 2 años, luego de quedar en libertad, se alejó de toda actividad política, habiéndose radicado en Córdoba para entregarse al ejercicio de su profesión, ejercía la Dirección del Hospital Español de la ciudad de Córdoba. En febrero de 1938, sufre un accidente de equitación en su estancia, siendo trasladado al Sanatorio Pizarro de Villa María, donde falleció el día 20 de febrero de 1938 a causa de una peritonitis producida como consecuencia de dicho accidente.


 

Pablo Eduardo Vázquez