lunes, 26 de diciembre de 2016

ROMULO ARGÜELLO – UCR Córdoba

                Nació en Tres Arroyos, Provincia de Buenos Aires. Contrajo matrimonio con Petrona E. Argüello, con quien tuvo por hijos a Matilde, Elena, María Georgina, Rosa y Rómulo. Provenía de una familia de origen, condición que el también exhibiría durante toda su vida. Ingresó como telegrafista en la Empresa Oeste Santafesino, llegando con el tiempo a ocupar un puesto de Superintendente. También desarrolló una actividad en el ámbito militar de donde se retiró con el grado de subteniente, siendo designado luego como coronel de guardias nacionales.

                Rómulo se afilió y participó de la vida política del radicalismo desde sus inicios, siendo un militante de la primera hora del nobel Partido que naciera allá por 1891 al fragor de la lucha contra el régimen oligárquico. Dentro de la Unión Cívica Radical, adquirió reconocimiento público por su activa y constante militancia política. Participó en las revoluciones radicales de Santa Fe en 1893 y de Córdoba en 1905.  Entre los cargos que como dirigente ostentó podemos decir que fue senador por el Departamento Marcos Juárez (provincia de Córdoba) durante los periodos 1913-1917 y 1917-1921. Asimismo, fue candidato a Vicegobernador, a Diputado Nacional, y dos veces a Senador Nacional. Al momento de su deceso era vicepresidente 1º del Comité Radical de la Provincia.

                Era un hombre de ideas liberales, austero, creyente de los más altos valores de la civilidad, la democracia y con gran espíritu republicano, sectores opositores lo señalaban como integrante de la logia masónica Piedad y Unión, lo cual viendo su carisma, su pensamiento y su origen resultaría extraño, pero aún no hemos podido comprobarlo. Su influencia en el radicalismo del sureste provincial fue notable. En su calidad de presidente del radicalismo de Córdoba, fundó el primer comité en la provincia con posterioridad a la Revolución de 1905 en la localidad Ballesteros en 1907, acto al cual asistió su amigo e influyente político de Santa Fe, Ricardo Caballero.

                Cuando el radicalismo cordobés se escindió en Azules y Rojos en 1916, durante la gobernación de Eufrasio Loza, Rómulo se alineó con los primeros, probablemente como táctica política para no dejar al radicalismo, como decía Yrigoyen, en manos de la facción más conservadora del partido. Tal posicionamiento causó entre algunos radicales cierta sorpresa, ya que Rómulo era un radical liberal y “tradicional” con más afinidades por su trayectoria e ideas políticas con numerosos Rojos, (quienes contaban en el inicio de la escisión con el apoyo de todos los Comités Seccionales de la Capital) antes que con los conservadores Azules de esa época, tal vez, la explicación de su decisión pudo estar motivada por el hecho de que en el grupo de los Azules podía conquistar un caudal de poder político propio.

                Como miembro de la facción Azul, Argüello fue el presidente de la nueva Junta Ejecutiva de esta fracción, también llamada, por los opositores internos, Junta Locista en referencia al gobernador Loza. Cabe aclarar que este personaje no fue el único radical “tradicionalista” en alinearse con los sectores conservadores de la UCR en la provincia, ya que otro dirigente trascendente como Abel Z. Maldonado, había adoptado la misma decisión. Tal división que fue disminuyendo por influencia del Comité Nacional y del Caudillo máximo de la UCR, Hipólito Yrigoyen, no obstante los conflictos internos estaban vivos en la UCR y por momentos se percibía un clima tenso hacia el interior del Partido. Esto lo demuestra el hecho de que el radicalismo de Córdoba ubicó, para las elecciones de 1918, a sus hombres más sobresalientes en la fórmula para el Ejecutivo provincial: Elpidio González-Rómulo Argüello, sin embargo fue derrotado por sus contrincantes demócratas.

                La elección de los candidatos que llevaría la Unión Cívica Radical, se había dado en un clima de mucha tensión interna, La oposición del rojismo a aliarse con los sectores clericales del radicalismo se mantuvo inamovible. Actitud que aceleró el traspaso de militantes rojos a las filas del azulismo. De este modo, el enviado presidencial, Elpidio González, para unificar el radicalismo local se vio obligado a convertirse él mismo en candidato a fin de atraer a los sectores más renuentes a la unidad. Además es probable que el giro que había tomado la situación universitaria con la reorganización de Salinas también lo obligara a aceptar esa candidatura. Los reformistas le habían exigido al ministro Salinas que el mismo Elpidio González fuera el candidato a Gobernador.

                A fines de octubre, se reunió la Convención del radicalismo para elegir a sus candidatos. En un ambiente muy tenso se eligió la fórmula Elpidio González-Rómulo Argüello. El nombre del primero fue votado por unanimidad. Sin embargo, la elección del segundo, resultó sumamente complicada. Cada uno de los grupos internos –locistas, gubernistas, azulistas, ex rojos, etc.- tenía su propio candidato para la vice gobernación y era muy difícil consensuar un nombre. El candidato del locismo resultó ser el Dr. José Antonio Ceballos; José María Ferreyra Reynafé era apoyado por ex RR y el “elpidismo”; Carlos Argañaras iba como candidato de la Corda Frates y sectores oficialistas. Otros integrantes del oficialismo sostenían la candidatura de Rómulo Argüello, En la primera vuelta los candidatos más votados fueron Rómulo Argüello (16); Carlos Argañaraz (16) y José A. Ceballos (17), Ferreyra Reynafé obtuvo sólo dos sufragios en la primera votación por lo que quedó descalificado apenas comenzada la lucha. En la segunda, el resultado fue de 24, 22 y 5 respectivamente, mientras que la tercera votación definió la candidatura de Argüello por 29 contra 23 votos de Ceballos. Es posible que la presión ejercida desde la barra – integrada mayoritariamente por miembros de los Comités Seccionales –influyera en los resultados finales que significaron en primer lugar, la derrota del candidato de la Corda, el Ingeniero Argañaraz. En segundo lugar, el triunfo de un candidato que, coyunturalmente, constituía el opositor más notorio a los intentos de liderazgo de Arturo M. Bas. Además, el fracaso del candidato clerical y la intervención del gobierno nacional a favor del movimiento reformista impulsaron a algunos sectores liberales a dar su apoyo al binomio radical. El Comité Liberal Independiente fue uno de esos grupos. En un manifiesto titulado “A los hombres libres de Córdoba” fundamentaban su adhesión a la fórmula radical.

                La intención de Elpidio González de que la UCR se constituyera nuevamente en la única fuerza aglutinadora de distintas voluntades políticas, no tuvo éxito en la Córdoba de 1918. El desgaste del radicalismo como partido de gobierno, su profunda fragmentación interna, y la toma de posición que el estudiantado le exigió al gobierno nacional con respecto a los sucesos universitarios, eliminaba las posibilidades de armonía entre los grupos facilitando, de esa forma, el triunfo electoral del partido opositor.

                La desunión que comenzó con una fractura vertebrada por Rojos y Azules se fue transformando en el tiempo de manera muy compleja; lo único claro era la influencia que los conservadores católicos insistían en imponer para lograr la hegemonía partidaria, cuestión que no solo mantenía, sino aumentaba la fragmentación. De allí que cuando Arturo M. Bas se afilió al partido en 1919 convivían de modo muy conflictivo ideas e intereses antagónicos, se sumaba  a este clima interno, la situación que los gobiernos provinciales en manos de los conservadores mantenían al no garantizar las elecciones libres de manera regular, ya que se amparaba el esquema del fraude y no cumplían con las leyes, razón por la cual finalmente la UCR eligió el camino que impediría su quiebre definitivo e incluso el temor de su desaparición como agrupación mayoritaria; de allí que decidió adoptar la abstención electoral a fin de disminuir los enfrentamientos internos.

                Dentro de esta heterogeneidad interna, Rómulo representaba las posiciones más moderadas y proclives a favorecer las indicaciones que venían del Comité Nacional, es decir buscar la unidad de todos los grupos internos a través de medios diversos. De allí que a principios de 1921, fue él quien inició la campaña en pro de la abstención de la UCR para los comicios provinciales de marzo, bajo el argumento de que no estaban dadas las condiciones para el libre desarrollo comicial. La estrategia política impulsada fundamentalmente por Argüello, duraría hasta 1924 fecha en la que un radicalismo nuevamente fortalecido por una dirigencia joven que se había formado durante esos años de abstención saldría con mucha decisión para apoyar al sector personalista y de ese modo (sumado al cambio de la ley electoral que se había implementado) estaban absolutamente dispuestos a concurrir a los comicios nuevamente.

                Rómulo Argüello falleció siendo aún Presidente del Comité Provincia de Córdoba el 26 de diciembre de 1923, en la ciudad capital de la Provincia, a la edad de 62 años. Su velatorio fue muy concurrido, se destaca que se hizo presente una gran multitud, según citan las fuentes y las crónicas de la época, y sus restos depositados en el cementerio San Jerónimo. Los militantes radicales constituyeron una comisión para colaborar económicamente con la familia del difunto ya que este dirigente del radicalismo llegó al fin de su vida en condiciones económicas modestas, tal cual fue su niñez y como el pregonó durante su larga trayectoria política, la austeridad, la honestidad y el servicio de los hombres al fin máximo de aportar a la grandeza de la República.



Pablo Eduardo Vázquez

martes, 6 de diciembre de 2016

RAMÓN CLERO AHUMADA – UCR Catamarca


              Ramón Clero Ahumada y Gómez, nació en Sucma, El Alto, una pequeña localidad de la Provincia de Catamarca en 1874. Hijo de Ramón Clero Ahumada y Segura y de Peregrina Gómez, a la muerte de su padre heredó una gran cantidad de inmuebles en la capital provincial y sus alrededores, además de una fortuna considerable teniendo en cuenta de que provenía de una de las más tradicionales familias de la zona.

                Cursó sus estudios en el Colegio Nacional de San Fernando del Valle de Catamarca y posteriormente prosiguió con sus estudios en la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde obtuvo un doctorado en leyes. Estaba casado con María Ester González Cáceres, y fueron padres de María Delia, María Carmen, Jorge y José Luis Ahumada, especulamos que su lugar de residencia estaba ubicado en la calle Maipú 444 de la capital catamarqueña.

                En su juventud adhirió al Partido Constitucional, agrupación de tinte conservador y alineado al régimen oligárquico que predominaba en aquellos tiempos, la actuación en este partido lo llevó a ser presidente del Banco Provincia, legislador y gobernador en el período 1912-1915. A lo largo de su trayectoria, tuvo una prolongada actuación política y judicial, en esta última, fue empleado del poder judicial de la provincia desarrollando una larga tarea hasta el momento de ser nombrado Juez.

                En el año 1912 cuando fue elegido gobernador de la provincia, asumió el mando el 1 de mayo de ese año. Su gestión se centró en las obras públicas, construyendo escuelas en varias localidades del interior, como Andalgalá, Bañado de Ovanta, Belén, Chumbicha, San Antonio de la Paz, Santa María y Tinogasta, elevando el número de escuelas en la provincia a 113. Construyó el matadero municipal y la cárcel de la capital, e inició la construcción del primer tramo del proyectado ferrocarril a la provincia de Tucumán. Durante su gestión se realizó el censo nacional de población, que contabilizó casi exactamente cien mil habitantes en Catamarca.

                Tras sucesivas desavenencias políticas con el resto de su partido, presentó su renuncia el 31 de octubre de 1915. Poco después solicitaba y obtenía la afiliación a la Unión Cívica Radical, partido en el que participaría durante el resto de su trayectoria política. 

                En 1919 Catamarca se encontraba intervenida por el Gobierno Nacional. El Interventor Favio López García había llegado a esta provincia con la misión de normalizarla institucionalmente por haberse subvertido la forma republicana de gobierno. Como habitualmente ocurre en estos casos, este gobierno se caracterizó solamente por asegurar el retorno a la normalidad política provincial.

                En ese mismo año y ante las elecciones para gobernador con el fin de normalizar institucionalmente a la Provincia, encabezó la fórmula de la Unión Cívica Radical que lo llevó como candidato a gobernador y a Osvaldo Gómez Rodríguez vicegobernador, binomio que triunfó en los mencionados comicios, erigiéndose Ahumada en el primer Gobernador de la Unión Cívica Radical en la Provincia de Catamarca.

                El Dr. Ahumada, gobernó desde 1920 a 1924. Asumió el mando el primer día del año 1920; en esta oportunidad, la economía de la provincia se vio muy afectada por una prolongada sequía, que restó recursos fiscales y agregó la necesidad de cubrir las necesidades alimentarias de parte de la población. Una gran cantidad de trabajadores se trasladaron a la vecina Tucumán para trabajar en la zafra azucarera, lo que les permitió obtener trabajo pero complejizó en extremo los circuitos económicos catamarqueños, afectando la demanda de bienes y servicios. El gobernador Ahumada se esforzó en cumplir con el pago de los salarios de los empleados públicos y sostuvo un inestable equilibrio financiero del Estado con un subsidio otorgado por el gobierno nacional. Su gestión estuvo caracterizada por una fuerte crisis económica, pobreza, proliferación de plagas y endemias que dañaron al sector agrícola.

                De todos modos se las arregló para extender el ferrocarril provincial que debía unir la provincia con Tucumán, llevándolo hasta La Merced; las dificultades financieras y técnicas, el progreso del transporte por automóvil y el postergamiento de las provincias del interior impidieron a sus sucesores avanzar más allá.

                Celebró el centenario de la autonomía provincial en el año 1921, y mandó publicar un álbum de historia provincial, escrito por Antonio Larrouy y Manuel Soria, que fue el primer compendio de historia catamarqueña. Estos mismos autores propusieron el diseño de un Escudo de la provincia, que fue adoptado por ley en junio de 1922.

                Una serie de complicaciones políticas llevaron a sucesivas postergaciones en la celebración de las elecciones para elegir una nueva legislatura y al sucesor de Ahumada, que nunca se celebraron. Por decreto del presidente Yrigoyen, el 1 de enero de 1924 debió entregar el poder a una intervención federal.

                Posteriormente el ex gobernador representó a la Unión Cívica Radical en la Cámara de Diputados de la Nación durante el período 1926-1930. Una vez interrumpido su mandato como legislador Nacional producto de la nefasta revolución del General Uriburu y que daría comienzo a la década infame, Ahumada se alejó de la política, ejerció algunos cargos judiciales y finalmente se retiró a la vida privada, falleciendo en San Fernando del valle de Catamarca en 1932.



Pablo Eduardo Vázquez


miércoles, 30 de noviembre de 2016

ESTEBAN ADARO: Gobernador y Diputado Nacional – San Luis


                Esteban Adaro, nació en San Luis el 29 de junio de 1875. Era nieto de Antonio Esteban Adaro, quien fuera un militar que luchó en la Guerra de Independencia Argentina y que participó en las guerras civiles argentinas en el bando del partido unitario. Además, era el mejor amigo del Coronel Pringles.

                Se recibió de médico y ejerció en su vida profesional como médico cirujano. Desde muy joven se unió a la Unión Cívica Radical, adhiriéndose en un principio a la política de la abstención electoral preconizada por Hipólito Yrigoyen. Fue un conspicuo dirigente de la U.C.R. Después de la revolución radical de 1905, sin embargo, vio una oportunidad para su partido a nivel provincial, estableciendo una alianza con sectores descontentos del Partido Autonomista Nacional junto a grupos derivados del mitrismo, conocidos en San Luis como republicanos y nacionalistas.

                De esta forma, fue el primer Gobernador de San Luis de tendencia radical. Llegó al poder en 1907, mediante una coalición entre radicales, nacionalistas, autonomistas y republicanos. Ganó las elecciones provinciales por amplio margen, pero al formar su gabinete se valió únicamente de radicales y escasas figuras autonomistas, dejando fuera a republicanos y nacionalistas como Adolfo Rodríguez Saá, Alberto Arancibia Rodríguez, Juan Daract y Guillermo Levingston, quienes produjeron un conato revolucionario el 24 de agosto de 1907, día en que debía asumir Adaro. No obstante, Adaro se reunió con los legisladores adeptos y juró en su presencia en un galpón de un acopiador de cueros y prestó juramento, designando como ministros al doctor Ramón Suárez y al ingeniero José Alric, entre otros. El 6 de setiembre se interviene la provincia y se nombra Interventor Nacional a Manuel de Iriondo. Adaro, no logró ocupar las instalaciones del gobierno hasta la llegada del interventor federal Manuel de Iriondo; éste obligó a los revolucionarios a abandonar la capital y reunió a los legisladores, que tomaron nuevamente juramento el 16 de septiembre. Pero nuevas dificultades políticas provocaron una nueva intervención en 1909, el 16 de marzo se lanza un nuevo levantamiento revolucionario contra el Dr. Adaro con una posterior Convocatoria a electores de gobernador, dando por terminada su gestión administrativa cuando se nombra Interventor Nacional a Julio Botet, debido al descontento en la Legislatura por la vigilancia policial impuesta por Adaro.

                El Dr. Adaro sobresalió por su honradez y amplia cultura y por haber desarrollado una ponderosa obra a pesar de las dificultades que trabaron su gobierno. Entre las que sobresalen el camino al Potrero de los Funes, La mensura de las colonias de Martín de Loyola, Nueva Constitución y Porvenir, ubicadas en la región sur del Departamento La Capital, además, se fundaron las colonias La Verde y La Calzada. También se delineó el pueblo de Coronel Rodríguez, y la construcción del acueducto "Vulpiani" en San Roque y los trabajos de captación del agua del Conlara, en el mismo lugar que se captara por primera vez en 1858. En la capital estimuló la creación de talleres de carpintería, talabartería, armería y herrería.

                En Mercedes inauguró una gran escuela graduada y en San Luis la escuela Lafinur, cuyo edificio había sido levantado por su antecesor en el centro de la plaza 25 de Mayo. Creó una comisión especial para fijar definitivamente las fronteras con la Provincia de Córdoba, reorganizó y equipó cuidadosamente a la policía provincial, creó colonias agrícolas y abrió caminos en el interior de la provincia. La actividad literaria tuvo durante su período de gobierno un auge notable, inspirada en la figura de Juan Crisóstomo Lafinur, que en esa época comenzó a ser considerado un prócer provincial; el gobierno adhirió a este estallido cultural adquiriendo vastas colecciones de libros para las bibliotecas provinciales. También mandó difundir el Código de Procedimientos Criminales para la provincia y se edificaron escuelas en varias localidades.

                El gobierno de Adaro nunca logró mantenerse a salvo de conflictos de poderes, tanto con la legislatura como con las municipalidades más poderosas, como las de la capital y Villa Mercedes, en las cuales predominaban los conservadores. La situación se tornó insostenible cuando el presidente José Figueroa Alcorta tomó abiertamente partido por sus opositores, decidido a ganar las siguientes elecciones.

                Posteriormente ingresó a Sanidad Militar. Más tarde, fue elegido Diputado Nacional por San Luis desde 1924 a 1928.

                Después de una larga trayectoria defendiendo los principios ideológicos, éticos y morales de la Unión Cívica Radical, dejó una gran obra pública para san Luis, pero sobre todas las cosas, dio una clara muestra de honradez y servicio para toda la sociedad puntana, falleció el 30 de noviembre de 1934.


Pablo Eduardo Vázquez

viernes, 25 de noviembre de 2016

PABLO CELESTINO LÓPEZ – UCR Córdoba


                Pablo Celestino López, nació en 1873 en Calamuchita, provincia de Córdoba. Contrajo matrimonio con Demofila Rodríguez en 1901 en la ciudad de Córdoba. Su ocupación fue la de procurador y su oficina se hallaba en la calle Jujuy 64. Su residencia estaba ubicada en la calle Deán Funes 485.

                La Unión Cívica Radical de Córdoba desde su nacimiento, estuvo muy ligada a la iglesia católica, al menos a un sector de ella, muchos de los católicos militantes de aquella época fueron también fundadores y engrosaron las filas del radicalismo cordobés en sus primeros años. Pablo Celestino López no escapa a este caso, ya que desde joven fue un ferviente y activo militante católico. Se asoció al Círculo Obrero Católico (COC) por intermedio de Ramón Sánchez cuando tenía 33 años (1898); por entonces trabajaba como “empleado” y se domiciliaba en Santa Rosa 226. Su actividad en la institución fue sumamente trascendente y estuvo asociado a la misma durante toda su vida. Siempre estuvo presente ocupando diversos cargos. En el Circulo Obrero Católico (COC), en la etapa 1897-1912 se desempeñó en funciones de mayor responsabilidad que las de vocal, lo mismo sucedió entre 1913 y 1921. En la fase siguiente, 1922-1930 y 1932-33 lo observamos en cargos similares. Además, fue presidente interino por unos meses en 1922, entre la renuncia de Ignacio M. Garzón y la elección de Germán L. Echenique.

                Según Ricardo Caballero, Pablo C. López pertenecía a viejas familias del federalismo de Córdoba, que habían tenido trascendental actuación en los eventos de la época.

                Hacia 1890 se había embanderado con la Unión Cívica y luego militó desde el mismo nacimiento de la Unión Cívica Radical, convencido que el nobel partido simbolizaba los más puros y claros ideales de ética, moral, libertad y justicia, y que eran principios básicos y fundamentales junto a la libertad de sufragio y respeto a las instituciones que necesitaba la Nación Argentina para encarar el nuevo siglo como una Nación emergente; siempre se mantuvo como un confeso admirador de Leandro Alem  y de Pedro C. Molina a quien en la militancia radical en córdoba lo siguió y apoyó durante aquellos primeros años en donde Molina se destacaba como un dirigente de primera línea dentro del radicalismo cordobés.

                Tuvo participación activa en las revoluciones radicales de 1890 y 1893, pero en la Revolución de 1905 tuvo una actuación importante y destacada en Córdoba donde se produjeron alguno de los enfrentamientos más fuertes entre las tropas que defendían el Gobierno Nacional y los Revolucionarios radicales.

                Al año siguiente fue miembro de la Comisión de Propaganda del Comité Central de la Provincia y Vicepresidente primero del Comité de la Juventud. Al crearse el comité Radical en la localidad de Ballesteros por influencia proveniente de la provincia de Santa Fe, Pablo C. López estuvo presente en dicho acontecimiento. Cuando se desató la polémica entre Pedro C. Molina e Hipólito Yrigoyen en 1909, López permaneció alineado con este último.

                En 1912 fue designado delegado por el departamento Cruz del Eje a la Convención Provincial y Elector de Gobernador por el departamento Santa María. Desde 1914 ejerció un cargo en el Comité Central de la Provincia y continuaba en el mismo cuando este destituyó a la Junta Locista en 1916. En este mismo año tuvo a su cargo la función de Elector de Presidente. Finalmente, se adhirió al Radicalismo Rojo cuando se produjo el quiebre del partido en Córdoba en 1916, negando explícitamente que esta fracción fuera anticatólica. En 1918, como consecuencia de esta división y de la postura que adoptó Hipólito Yrigoyen en favor de la unidad entre radicales azules y rojos, López le escribió una carta abierta al Presidente de la República que dice así:

                “Excelentísimo Sr.: con inmensa complacencia he presenciado el estrepitoso y merecido derrumbe de esta situación provincial apoyada por V.E., creyéndola baluarte inexpugnable de su gobierno y que había llegado ya “a la culminación de sus patéticas miserabilidades”; no obstante haber contribuido a su exaltación con todos mis entusiasmos y mis energías, en la memorable campaña electoral de 1915, como contribuí a la de V.E. en 1916. Y he dicho “con inmensa complacencia” porque este hecho a la vez que elocuente, es sintomático de la capacidad que ha adquirido el pueblo para reivindicar su augusta soberanía cuando por un lamentable error, la había delegado en quienes no supieron colocarse a la altura del supremo mandato conferido en hora histórica de la vida de nuestra incipiente democracia. Este inesperado veredicto popular que habrá contrariado sobre manera a V.E., es el merecido resultado del indecoro insuperable de este gobierno; de los imperdonables desaciertos del Comité Nacional del Partido, que solo tuvo en cuenta el número, prescindiendo de la calidad y de la tradición de los hombres, para orientar su política utilitarista, subalterna y servil y de la desquiciada intervención del Ministro Salinas a la casa solariega de las ciencias (la Universidad de San Carlos), llevando por delante respetables tradiciones seculares, de esas que constituyen el orgullo y los mejores blasones de los pueblos civilizados y cultos. En medio de este irreparable y colosal desastre del falso radicalismo que levantó la bandera de la venalidad y de la impudicia políticas, que siempre combatió la UCR de verdad y en torno de la cual agrupáronse los rumbeadores y los exitistas de todas las épocas, a quienes solo inspiran ideales que no están más arriba de sus estómagos, flamea incontaminada la vieja enseña del Parque, sostenida por los que jamás quebraron sus altiveces, ni renegaron de su credo ni comerciaron indignamente con su conciencia ciudadana y bajo sus amplios pliegues han de venir a cobijarse todos los sinceros y buenos que saben de patriotismo y de ideales generosos. V.E. debe tomar buena nota de este ruidoso y trascendental suceso, pues que él podría repetirse en el orden nacional, desde que se ha demostrado que si son posibles las asunciones plebiscitarias, también lo son los descensos en igual forma, porque el pueblo consciente tiene en sus manos resortes formidables para imponer su voluntad soberana. Hoy no prosperan las absurdas proposiciones de los que mandan!”

                Esta carta demuestra con claridad la posición del “rojismo” en 1916 con respecto a los integrantes del partido que siempre habían cuestionado. Pablo fue Diputado electo por la Capital cordobesa, representando precisamente a esa tendencia en marzo de 1917, 1918, 1919 junto con Julio Villalba y Pablo Martínez.

                Como varios integrantes del radicalismo rojo se pasará en la década del veinte a la UCR Impersonalista (como se decía en Córdoba) y como tal integrará la lista de candidatos a Diputados provinciales para las elecciones de 1925 y 1928.

                Se trataba de un dirigente de “convicción sincera” que luchó con desprendimiento y no persiguió otro objetivo que la institucionalización de su patria”. En 1920 renunció al Radicalismo Rojo, “luego de una larga y serena reflexión…que han llevado a mi espíritu el más profundo convencimiento de que se ha desvirtuado la esencia misma de aquel austero radicalismo, de ética inmutable predicado por los viejos apóstoles de la Causa, al cual yo he rendido ferviente culto…desde el estallido revolucionario del 26 de julio de 1890 (y 1905)… consagrándoles todas mis energías…que los llevaron al gobierno de la provincia primero y al de la República después”. Luego agregaba “Al volver al silencio de mi modesta vida ciudadana, después de tres lustros de lucha continuada por el triunfo de un noble ideal, sin haberlo conseguido en la plenitud soñada y de donde saldré cuando me lo exijan intereses muy superiores o cuando entienda que es factible el resurgimiento del Radicalismo tradicional, no llevo mezquinos rencores hacia nadie, sino por el contrario, el más grato recuerdo de los viejos camaradas con quienes he compartido las horas azarosas de crueles incertidumbres y de profundos desalientos, experimentados en la empeñosa y larga brega cívica para realizar la obra que el Dr. Leandro N. Alem encomendara a las generaciones del porvenir en su histórico testamento político, así como las de los grandes entusiasmos y de los sonados triunfos celebrados por el país entero porque Córdoba ha sido siempre la brújula orientadora al radicalismo Nacional”.



Pablo Eduardo Vázquez

jueves, 17 de noviembre de 2016

Plaza de las Mercedes: conservadores contra radicales

Por Rogelio Alaniz

Las elecciones fueron convocadas para el 3 de noviembre de 1935. Más allá de las correctas relaciones establecidas entre dirigentes conservadores y radicales, a nadie se le escapaba que una elección se ganaba con hombres decididos a defender a punta de pistola la voluntad popular. El gobernador Frías era un hombre correcto, y Aguirre Cámara un político honorable, pero la maquinaria del partido conservador era implacable, una maquinaria que se valía de los recursos del Estado y operaba con la participación de policías, comisarios políticos, jueces y matones contratados por los dirigentes lugareños.

La historia de la campaña electoral de ese año será la historia de los enfrentamientos armados entre radícales y conservadores. ¿Había otra posibilidad de hacer política? Tal vez en los papeles, pero no en la realidad. El 21 de octubre de 1935 el radicalismo lanzó de hecho su campaña electoral. Asistió para este lanzamiento Marcelo T. de Alvear. Según las crónicas, el acto central estuvo presidido por tres palcos. Los oradores hablaron a la multitud con el florido y combativo lenguaje de entonces. La consigna que presidía el acto era por de más de sugestiva: “Correligionarios, hay que cuidar la libreta de enrolamiento”.

Consejo oportuno. Una semana después hubo incidentes armados en Quebrada de Luque. El 29 de octubre se produjo una tremenda balacera en Sacanto. En la ocasión, los abogados del radicalismo acusaron al sargento Nazario Rojas de haber asesinado al correligionario Erasmo Ceballos Araya. El 3 de noviembre se votó con relativa tranquilidad. Hubo incidentes, algunos tiroteos y abundaron las denuncias, pero finalmente se impuso la UCR por unos cinco mil votos. Un triunfo demasiado ajustado para que los conservadores lo aceptasen a libro cerrado. Pronto se presentaron los problemas. Entre idas y venidas se admitió que en nueve localidades era necesario hacer elecciones complementarias.

Con una diferencia tan estrecha de votos, esas elecciones complementarias previstas para el 17 de noviembre pasaron a ser decisivas. Los radicales llamaron a defender el voto; los conservadores convocaron a ganar como fuera. Desde el Comité Provincial de la UCR se tomaron todos los recaudos para cumplir con la consigna. A cada localidad marcharon abogados, dirigentes y fiscales. Los conservadores por su parte contaban con los mismos recursos, más la policía y los temibles agentes del Escuadrón de Seguridad.

En todos lados hubo problemas, pero la localidad donde la violencia y la muerte adquirieron su máxima expresión fue en Plaza de las Mercedes. Se trata de un pequeño pueblito del departamento de Río Primero ubicado a unos cien kilómetros de la ciudad de Córdoba. En las elecciones del 3 de noviembre los resultados habían sido elocuentes: Partido Demócrata: 196 votos; UCR, cero. El fraude fue tan escandaloso que los comicios debieron anularse.

La delegación radical que viajó a Plaza de las Mercedes salió de Córdoba el 17 de noviembre a las cinco de la mañana. La integraba Pedro Ezequiel Vivas, apoderado del partido, Carnero Agobar Anglada y Argentino Autcher, quien diez años después será el primer gobernador peronista de la provincia. No eran los únicos radicales que se hicieron presentes ese domingo de noviembre de 1935. Los siete automóviles con hombres armados llegaron a la casa de Eulogio Argüello, el puntero radical de la zona. Allí se repartieron armas largas, winchester y maúser. Entre quienes se sumaron a la “delegación” estaba el señor Carlos Moyano, radical de toda la vida, pero en primer lugar, campeón de tiro.

El aire olía a pólvora. La Voz del Interior tituló en esos días: “En Plaza de las Mercedes impera un régimen de violencia”. Un diario oficialista tampoco se quedaba atrás: “En las jornadas de hoy se juega el prestigio del gobierno y del partido gobernante”. Había otros títulos muy de la jerga política de la época. “Buscando la liebre para el guiso”. “Maniobras politiqueras de baja laya”.

Digamos que todo estaba preparado para una gran balacera. Si los conservadores se jugaban el prestigio de su partido, los radicales jugaban algo parecido y estaban dispuestos a jugarlo, como dijera un caudillo de la zona, “a lo macho”. El caudillo conservador lugareño Eudoro Vásquez Cuestas, el jefe político Eugenio Sangenis y el comisario Ugolino Olmos pensaban más o menos lo mismo. Un detalle a tener en cuenta: hombres uniformados había de los dos lados.

O sea que todo estaba preparado para que corriera sangre.

Volvamos a los hechos. Los autos radicales llegaron a Plaza de las Mercedes alrededor de las siete de la mañana. El correligionario Argüello informó a Vivas que la noche anterior la policía había estado recogiendo libretas de enrolamiento. Un almacén de ramos generales, la estafeta de correo, la escuela y la iglesia. La calle desierta, los hombres parapetados detrás de los autos, el cielo nublado amenazando llovizna, le otorgaban al paisaje el tono difuso de lo irreal. Se intentó parlamentar. El hombre que hablará en nombre de los radicales será el doctor Pedro Vivas. El hombre se acercó a los policías. Lo protegían las armas de la UCR. El Escuadrón de Seguridad aguardaba expectante.

Vivas intentó conversar con el cabo Albornoz. Discutieron. Albornoz no aceptaba la insolencia de que se presentasen armados. En algún momento el cabo lo golpeó. Vivas cayó al suelo. Quiso ponerse de pie, pero el auxiliar Alejandro Martínez lo ultimó de un balazo. Fue su último acto. Moyano disparó desde uno de los autos y Martínez y Albornoz murieron, uno en el acto y el otro en el hospital. Comenzó el tiroteo. Los policías vacilaron. No esperaban esa reacción. Vacilaron y murieron acribillados. Siete policías (otra fuente dice nueve) cayeron en la volteada, entre otros, el comisario Olmos.

Agobar Anglada fue herido en una pierna y murió desangrado. Los radicales recogieron a sus heridos y muertos y huyeron por caminos laterales. Matar tantos policías no era moco de pavo. Pronto se hicieron presentes en Plaza de las Mercedes otras fuerzas policiales y los principales referentes políticos del conservadorismo. La noticia llegó a Córdoba. Mientras tanto, los radicales trataban de eludir a la Justicia. Cerca del mediodía empezó a llover. En un cruce de caminos se tirotearon con hombres de civil. Casi a la noche llegaron a Jesús María y se refugiaron en la casa de un correligionario de apellido Cevallos. Llegaron con los hombres heridos y el muerto, Pedro Vivas, que recién al otro día será trasladado a su casa.

La provincia estaba consternada. Ese domingo se jugaba el clásico entre Belgrano y Talleres y el partido debió suspenderse. A la tarde llegaron a Plaza de las Mercedes los dirigentes radicales Gabriel Rawson, Andrés Rampoldi y Santiago del Castillo. Discutieron con los apoderados conservadores. Reclamaban por los fiscales y exigieron participar en el recuento de votos. El aire se cortaba con un cuchillo filoso. No era para menos. Siete o nueve policías muertos.

Conclusión: los conservadores fueron derrotados con las armas y ahora serán derrotados con los votos. Amadeo Sabattini será consagrado gobernador. Siempre reconocerá que su cargo lo ganó en Plaza de las Mercedes. Lisandro de la Torre desde Santa Fe dirá que “con la candidatura de Amadeo Sabattini se salvó en Plaza de las Mercedes el honor de la República”. No exageraba.

Recién en mayo de 1936, Sabattini asumirá el cargo de gobernador. Sus ministros serán Santiago del Castillo, Antonio Medina Allende y Augusto Garzón Agulla. Por el departamento de Cruz del Eje fue elegido senador el doctor Arturo Illia. La consigna “Aguas para el norte, caminos para el sur, escuelas para toda la provincia”, empezaba a hacerse realidad.

El Comité Provincial de la UCR envió al lugar al Dr. Andrés Rampoldi, al médico Gabriel Oddone y al presidente del comité de la capital Dr. Santiago H. Del castillo. Los radicales fueron obligados a abandonar el pueblo por orden e la autoridad con la consigna de que no existían garantías para su seguridad. A su paso por Santa Rosa fueron detenidos por orden del Diputado Vázquez Cuestas y posteriormente puestos en libertad. Sin embargo al paso de Estación Río Primero, fueron nuevamente detenidos y alojados en la comisaria.



domingo, 13 de noviembre de 2016

Andrés Rampoldi


                Nació en Jesús María, provincia de Córdoba en 1880, pero creció y realizó todos sus estudios en la Capital cordobesa. Sus padres fueron Andrés Rampoldi y María Romero. Según el censo de 1895 era estudiante y por entonces vivía en la sección 24 de Córdoba capital.

                Se recibió de Dr. en Derecho y Ciencias Sociales y abogado el 8 de julio de 1908. Desde entonces ejerció esa profesión, habiendo sido secretario del juzgado de paz letrado y varias veces conjuez del juzgado de la Cámara Federal. En la segunda década del s. XX, su estudio se hallaba en Tucumán 85 y su casa familiar en Colón al 700.

                En 1930, ocupó el cargo de vocal titular del directorio, que había estado bajo la responsabilidad de Lucas A. de Olmos, quien a partir de ese momento ocupó el cargo de Director, en el Banco Provincia. Estuvo en el Banco de Córdoba durante tres años y medio, el último de los cuales coincidió con la gobernación de Rafael Nuñez. Estaba vinculado al Banco desde su época de estudiante de derecho, cuando había desarrollado funciones de menor importancia durante tres años. En el gobierno radical de Borda fue designado vocal suplente del directorio. Fue miembro de la Liga Patriótica Argentina (filial Córdoba) y vocal suplente en el directorio de esta institución.

                Andrés Rampoldi desde muy temprano y durante toda su trayectoria fue un militante y dirigente de la Unión Cívica Radical que supo defender y proclamar los más altos valores y principios de la U.C.R. cordobesa. De igual forma, fue un ferviente luchador y se caracterizó por defender los derechos y garantizar los beneficios de la clase trabajadora. Además de su actividad militante en la Unión Cívica Radical, al igual que otros muchos radicales cordobeses, tuvo una larga y dilatada participación en los Círculos y Asociaciones Católicas de la provincia.

                Asimismo, era un militante radical que desempeñó diversas funciones partidarias en Marcos Juárez y también en Río II con el mismo objetivo: contribuir al triunfo partidario en las elecciones municipales. Igualmente, cumplió esa tarea en la localidad de Obispo Trejo.

                Además, colaboró de diferentes modos en todas las campañas políticas. Ocupó su banca de Concejal desde 1925 a 1928 por el radicalismo personalista. En 1930 la UCR lo había elegido nuevamente como candidato para el mismo cargo, pero solo obtuvo la Concejalía suplente ya que la lista que integraba salió en minoría.

                Según sus mismas declaraciones, inició su vida partidaria en 1912, año en que el Comité Radical de la Provincia lo envió a Totoral a presidir una reorganización partidaria. También fue elector de Presidente en 1927. Elegido Senador Provincial por el departamento Capital para el periodo 1930-34. Durante el gobierno radical de Antonio Ceballos lo nombraron director de la penitenciaría primero y luego ejerció el cargo recientemente creado de Director General de Cárceles. Según sus palabras, como director de esta institución la proveyó de una biblioteca, se dieron frecuentes conferencias ilustrativas y morales, los “penados” ya no comían, como antes, en sus celdas, sino en mesas tendidas en el centro de los pabellones y por último lanzó la iniciativa que se comenzó a ejecutar durante su gestión de una Caja de Socorros para los empleados.

                Asimismo, declaró que si lo elegían senador en 1930 trabajaría para una legislación a favor de los obreros. Desde hacía unos años estaba ejerciendo el cargo de Administrador (Director) de la Penitenciaría y durante las internas radicales personalistas de 1927 se alineó con el grupo que apoyaba la candidatura a gobernador de Carlos Rodríguez. Según La Voz del Interior, Rampoldi era un abogado de “grandes condiciones de hombre de leyes que le han conquistado un lugar prominente entre las fuerzas vivas de la provincia”.

                Durante la década del 30’ y en su carácter de miembro del Comité Provincia de la Unión Cívica Radical, participó de uno de los hechos y acontecimientos más oscuros de la historia de Córdoba, del país y de la nefasta década infame, este hecho fue identificado como la “Tragedia de Plaza Mercedes”.

                En 1935, el radicalismo se agrupó y elevó la fórmula Amadeo Sabattini-Alejandro Gallardo, mientras que el oficialismo tenía como máximo representante al Dr. José Aguirre Cámara. La elección general se realizó el 3 de Noviembre de 1935 en un clima de alta tensión ya que el oficialismo percibía una dura lucha contra un radicalismo unido y fortificado en estas dos figuras. El acto electoral estuvo sembrado de diversos atropellos, de manos de la policía y de los Jefes Políticos conservadores. Los representantes de la U.C.R. denunciaban detenciones por parte de la policía, como así también quita de documentos y aprietes para votar a la formula conservadora. El resultado general en la provincia arrojó una leve ventaja de cinco mil votos en favor de la U.C.R., y es por ello que ante la poca diferencia, el oficialismo decretó que se debía realizar una elección complementaria en siete departamentos: Colón, Marcos Juárez, Minas, Río Primero, Tercero arriba, Tercero abajo y Totoral, estaba claro que los conservadores no entregarían el poder al radicalismo y esta media tendía a realizar un nuevo fraude electoral como los tenía acostumbrados. Estas complementarias se realizaron el 17 de Noviembre de 1935.

                Ante la posibilidad de producirse un nuevo fraude y para fiscalizar el acto comicial, el radicalismo envía una comitiva al mando del Dr. Pedro Ezequiel Vivas, Apoderado General del partido. A la madrugada del 17, parte desde el Comité provincial una caravana de 7 autos organizados por Osvaldo Coltella (ex – jefe de Investigaciones de la policía de Córdoba). A las 5 de la mañana llegan a casa del campo de don Eulogio Argüello, que estaba situada a poca distancia de Plaza de Mercedes. Allí desayunan y Domingo González fue el encargado de repartir armas largas -Mauser y Winchester-. De allí parten a Plaza de Mercedes; en un auto van Carlos D. Moyano, el Alférez Díaz y Pedro Vivas; en otro el Sargento primero Arch, junto a Peregrino Catoira y un tercero no identificado; en otro Agobar Bruno Anglada, junto a Cevallos y Martínez, quien conducía. Así se va completando la caravana con nombres que se rescatan del olvido: Sargento Primero Eduardo Genner, Pedro Pucheta Nicklinson, Teodoro Leiva, Ramón Luis Pereyra, Domingo González, Leopoldo Amaro Valsano, Juan Truyol Orfila, Pablo Osvaldo Coltella, Manuel Perez Ares, Abelardo Torres, Norberto Gudiño, Guillermo Stuckert, Ramón Luis Pereyra, entre otros.

                A las 7 de la mañana la comitiva llega a Plaza de Mercedes, la interceptan un grupo de uniformados y es el mismo Vivas quien traba dialogo con ellos. El interlocutor es el Cabo del Escuadrón de Seguridad de Córdoba José Albornoz; ante la pregunta de quienes eran y que venían a hacer, el Dr. Vivas le responde que era el apoderado general del radicalismo y venían a colaborar con los correligionarios locales en el acto eleccionario complementario, ante la insistencia de quien era, Vivas responde “Soy Pedro Vivas”. “Es a vos a quien queremos” dijo el cabo Albornoz, levantando la carabina y asentando un culatazo al Dr. Vivas, instante posterior, se oye un disparo y Vivas cae herido mortalmente. En ese momento se acercaban los ocupantes del resto de la caravana y comenzó un intenso tiroteo producto de lo cual resultaron muertos varios uniformados. En el fragor del encuentro los civiles que acompañaban a los policías se reiteraron en dirección al Comité Demócrata, desde donde luego se efectuaron disparos contra la comitiva radical.

                Caído herido Vivas se inició el tiroteo y Carlos Moyano
efectuó certeros disparos sobre Albornoz y Martínez. El resto de la comitiva, parapetados a tras de los vehículos dispararon contra las fuerzas policiales. En la Plaza, mientras tanto quedaron los cuerpos del mencionado Albornoz, del agente Enrique Castro, y de los subcomisarios Lorenzo Daniele, Agustín Juárez y Agustín Palacios y del Sargento Millone. Posteriormente, en el trayecto a Santa Rosa falleció el subcomisario de Plaza, Ugolino Olmos y en el Dispensario el oficial Alejandro Martínez. En el Hospital San Roque de la ciudad de Córdoba falleció el agente de escuadrón Mamerto Arias. También resultaron heridos los Agentes José Villafañe y Justo Baigorria. De entre las filas radicales, además de Vivas, resultaron heridos el Ing. Pérez Ares, César Cuestas Carnero y Agobar Bruno Anglada, este último resultó afectado en una arteria, falleciendo posteriormente por desangrado.

                Cuando ya nadie ofrecía resistencia, los radicales cargaron el cuerpo del Dr. Vivas, de los heridos, recogieron las armas de los policías caídos y emprendieron la retirada, dividiéndose en varios grupos.

                Los trágicos hechos fueron comunicados a la autoridad provincial a través de la red telegráfica del Ferrocarril del Estado, desde la vecina localidad de La Puerta. Horas después arribaron a la localidad el Juez del Crimen Dr. Clodomiro Novillo, el jefe de Policía Manuel Villada Achaval, los médicos de policía doctores Ricardo Revol y Eliseo Vivanco, el jefe de Investigaciones Sr. Lawson y el Jefe de Escuadrón de Seguridad Eugenio Polzano. El Comisario Fonseca con más personal de tropa es quien sale a la persecución de la comitiva radical. Por su parte, el Comité Provincial de la UCR envió al lugar al Dr. Andrés Rampoldi, al Médico Dr. Gabriel Oddone y al Presidente del Comité Capital Dr. Santiago H. Del Castillo.

                Los mismos fueron obligados a abandonar el pueblo por orden de la autoridad con la consigna de que no existían garantías. A su paso Por Santa Rosa fueron detenidos por orden del Diputado Vázquez Cuestas y posteriormente puestos en libertad, sin embargo al paso de Estación Río Primero, fueron nuevamente detenidos y alojados en la Comisaría.

M. T. de Alvear y Amadeo Sabattini 1936
                En conclusión, los conservadores fueron derrotados con las armas y ahora serían derrotados con los votos. Amadeo Sabattini será consagrado gobernador. Siempre reconocerá que su cargo lo ganó en Plaza de las Mercedes. Lisandro de la Torre desde Santa Fe dirá que “con la candidatura de Amadeo Sabattini se salvó en Plaza de las Mercedes el honor de la República”. Recién en mayo de 1936, Sabattini asumirá el cargo de gobernador. Sus ministros serán Santiago del Castillo, Antonio Medina Allende y Augusto Garzón Agulla. Por el departamento de Cruz del Eje fue elegido senador el doctor Arturo Illia. La consigna “Aguas para el norte, caminos para el sur, escuelas para toda la provincia”, empezaba a hacerse realidad.

                Andrés Rampoldi, además de ser un activo dirigente de la Unión Cívica Radical, fue dirigente de importantes instituciones privadas locales, por ejemplo fue Director del Archivo del Poder Judicial Provincial, miembro de la Primera Junta Provincial de Historia de Córdoba, y miembro de la mesa directiva de la Sociedad Rural de Córdoba en 1930 como vocal suplente. Fue un católico militante donde fue miembro de la Comisión Directiva del Círculo Católico Obrero de Córdoba (CCOC) entre 1935 y 1936.



Bibliografía Consultada:

-  70° ACS; La Razón (Anuario 1928); LIGUNC III: 1894-1913.

- Rogelio Alaniz – Crónicas de la Historia – Plaza de las Mercedes: Conservadores contra Radicales.

- Dra. Gardenia Vidal - Reseña Biográfica de dirigentes que interpelaron el mundo del trabajo en Córdoba (1900 – 1950) p. 116, 117



Pablo Eduardo Vázquez

lunes, 17 de octubre de 2016

Adolfo Saldías



Abogado, Historiador y Fundador de la U.C.R.
 

                         Nació en Buenos Aires el 6 de setiembre de 1849 en el seno de una tradicional familia.  Hijo del escribano Adolfo Saldías y de Carmen Castellote, fue bautizado el 28 de diciembre en la parroquia de San Ignacio.  Fue su abuelo paterno José Antonio de Saldías, nacido en El Olivar, Chile, el 7 de abril de 1791, descendiente de Pedro I, quien participó en la guerra de la Independencia y que cruzó la cordillera con O´Higgins y otros oficiales.  Por la parte materna, fueron sus abuelos Francisco Castellote, aragonés, que combatió en las Invasiones Inglesas como oficial del regimiento de Arribeños y luego de Patricios de Buenos Aires; y Antonia Estefanía Palacios, que fue una de las damas porteñas que junto a sus esclavos ayudó a defender la ciudad de Buenos Aires, contra el invasor inglés.
El matrimonio Saldías-Castellote instaló su hogar en la amplia casona de la calle Esmeralda 286 (hoy 848).  En esa espaciosa casa trajinaba la numerosa servidumbre, a la que Saldías recordó siempre con afecto y como sus iguales. En ese hogar paterno, impregnado con las ideas unitarias de su familia, nació y se formó Adolfo Saldías.  La familia Saldías solía pasar largas temporadas estivales en la estancia de Lobos, pero en la primavera de año 1872, el padre de Adolfo, enfermó gravemente. Falleció el 8 de enero de 1873, a los 47 años de edad.
Adolfo, Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires. El 12 de febrero de 1870, “La Discusión” publicó la introducción de un trabajo de Adolfo Saldías, titulado “La República y el Catolicismo”, bajo el seudónimo de “Fausto” que dedicó, entre otros, a Leandro N. Alem, que con sus 27 años ya se perfilaba como el futuro caudillo político.  Ese fue el comienzo de una amistad que duró hasta la muerte de Alem en 1896. El 14 de julio de 1873, a los 23 años, finalizó sus estudios doctorándose en Derecho y  exponiendo ante la Universidad de Buenos Aires su “Tesis” sobre el “Matrimonio civil, estudios de los capítulos III, IV y V, del Título 14. Sección 2da., Libro 1º del Código Civil”.  Este trabajo fue presentado 16 años antes de que el Congreso Nacional sancionara la ley sobre esta materia.  Fue su padrino de tesis el doctor Carlos Tejedor.  Recibió el diploma de honor de manos del doctor Juan María Gutiérrez, rector de la Universidad.
Comenzó a actuar en política a través del Partido Autonomista, liderado por Adolfo Alsina, junto con Aristóbulo del Valle, Leandro Alem y Bernardo de Irigoyen, además, fue un activo miembro de la masonería argentina.
El 24 de setiembre de 1874 estalló la revolución encabezada por Mitre.  Saldías,  que recién había contraído matrimonio, preparaba un viaje a Europa, pero en virtud del decreto de las autoridades constituidas, que llamaba a la Guardia Nacional a las armas fue a servir en el 5º Regimiento,  como capitán de Compañía. El 7 de diciembre las fuerzas revolucionarias fueron vencidas en “Santa Rosa” por las tropas al mando del entonces coronel Julio A. Roca, terminando con esta batalla la revolución. Saldías participó en estos acontecimientos, actuando en la ciudad de Buenos Aires y en la isla Martín García.
El 26 de setiembre de 1875, el gobernador Carlos Casares promulgó la ley de Educación común, y nombró director de la nueva repartición a Sarmiento, en esas nuevas funciones, llevó como secretario a Adolfo Saldías.  Seis meses después, el 26 de marzo de 1876 fue electo diputado a la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires.  Iniciaba así, a los 26 años su vida de estadista.  Fueron sus pares en aquella Legislatura, Roque Sáenz Peña, Lucio V. López, Ataliva Roca, Ricardo Lavalle, Julio Fonrouge, Rafael Hernández y Enrique B. Moreno entre otros.
Paralelamente a su tarea como legislador, Saldías trabajaba en su nuevo libro: “Ensayo sobre la historia de la Constitución Argentina”, que llegó a la opinión pública en febrero de 1879.
Estallada la revolución de 1880, signada por la sucesión de Nicolás Avellaneda y la federalización de la ciudad de Buenos Aires, después de dos meses de lucha en los que participó activamente en defensa de la autonomía provincial y de la integridad de su territorio, Saldías decidió viajar a Europa.  Embarcó el 10 de marzo de 1881, en compañía de su primera esposa Irene Arruda y llegaron a Barcelona el 3 de abril.
En Europa, publicó dos libros en París:  “Los Minotauros”, y el primer tomo de la “Historia de Rozas y su época”, que publicó en 1881 y que en la segunda edición de 1892 llevaría el título definitivo de “Historia de la Confederación Argentina”.  El segundo tomo vería la luz en 1884 y el tercero en 1887.  Las inquietudes de la investigación sobre la época que meditaba, llevaron a Saldías a reunir gran cantidad de material. Manuelita Rosas le escribió a Saldías, él y su esposa visitaron a Manuelita en Londres y ahí tuvo el historiador oportunidad de ver algunos papeles del archivo. En 1887, Manuelita, la Hija del restaurador, puso todo el archivo a su disposición definitivamente. Para la segunda edición de esta obra en 1892, corregida y aumentada, Saldías contó con numerosa documentación que le había sido enviada en baúles desde Londres. Dos años después de la muerte de Manuelita, acaecida en 1898, Máximo Terrero y sus hijos continuaron enviándole documentos del archivo.
Su curiosidad y su lealtad intelectual lo llevaron a descubrir documentos hasta entonces ocultos u olvidados. Historia de la Confederación Argentina estaba dedicado a Mitre, a quien envió una copia para que lo juzgara. Mitre le respondió lapidariamente, condenando el trabajo. La obra de Saldías no era la apología de Rosas; era un trabajo honesto de un liberal, que lo había desarrollado con criterio liberal, y condenando muchos aspectos del gobierno de Rosas, pero no todos. Rescató su gobierno fuerte, y sobre todo, la defensa de la soberanía nacional durante el período de los bloqueos franceses e ingleses (1838-1850). El libro de Saldías y su condena por Mitre fueron señalados como el momento fundacional del revisionismo histórico argentino.
Saldías regresó a Buenos Aires en marzo de 1882.  Le compró al Dr. Manuel Bilbao su parte del diario “La Libertad”, que compartió con Edelmiro Mayer y Juan José Lanusse y se hizo cargo de la Redacción, desde el 12 de julio.  Desde allí y durante casi dos años, llevó una oposición tenaz y constructiva al gobierno de Roca. Saldías produjo una extraordinaria obra intelectual, reflejando también su pensamiento y su ideario político en varios periódicos a los que estuvo vinculado desde los veinte años: “El Fénix” (1870), “El Nacional”, junto a Sarmiento; “La Libertad” (1882/3) y “El Argentino” (1890/93).  Fue uno de los periodistas más combativos de su tiempo.
El 23 de setiembre fue proclamado con mayoría de votos para diputado a la Convención Constituyente.  El 8 de febrero de 1883 comienza la publicación del Capítulo XX “Conquista del Desierto 1833-1834”, del Tomo II de la “Historia de Rozas y su época. Algunos trabajos que Saldías publicó en “La Libertad” los reimprimió en su libro “Civilia”, en 1888.  Renunció a la redacción del periódico en diciembre de 1883. En 1884 publicó el segundo tomo de la “Historia de la Confederación Argentina”.
Fue designado como miembro de la Comisión de la Biblioteca Popular de Belgrano, en abril de 1885; y luego miembro del Consejo Escolar del Distrito, y presidente del mismo. En mayo de 1888 Saldías parte nuevamente hacia Europa, mientras tanto la salud de su esposa Irene se fue agravando.  Irene Arruda de Saldías falleció en París, el 27 de febrero de 1889.  La muerte de su compañera lo devolvió al país y a la política, de la que se había alejado desde su renuncia a “La Libertad”.
Una Vez en Buenos Aires, participó de todas las actividades de la oposición. El doctor Manuel Gorostiaga tuvo la iniciativa de hablar con hombres de la oposición para acercarlos.  De esas conversaciones surgió el banquete del mes de junio de 1889, en el Café de París.  Pocos días después se volvían a reunir en la casa de Aristóbulo del Valle, donde concurrieron, además de Adolfo Saldías, Bartolomé Mitre, Vicente Fidel López, Bernardo de Irigoyen, Luis Sáenz Peña, Leandro N. Alem, Delfín Gallo, Pedro Goyena, José Manuel Estrada, Miguel Navarro Viola, Lucio Vicente López, José María Cantilo y Mariano Demaría, entre otros.
Nacía una nueva fuerza, formada por hombres de diversas tendencias políticas: liberales, autonomistas y católicos.  El domingo 15 de abril de 1890, quedó constituida la Unión Cívica, en la asamblea del Frontón Buenos Aires, ubicado en la calle Córdoba 1130. Los periódicos apoyaron la política de la oposición.  A “La Nación” se unió “La Prensa” y el 1º de julio apareció “El Argentino”, órgano oficial de la Unión Cívica.  Sus redactores fueron Joaquín Castellanos, Adolfo Saldías, Francisco Barroetaveña, Lisandro de la Torre, y Emilio Gouchón.
El 26 de julio de 1890 estalla la Revolución del Parque.  La Junta Revolucionaria se concentró en el Parque de Artillería y se fueron formando muchos cantones.  Varios regimientos se plegaron a la revolución.  Alem era el Jefe político y el general Luis María Campos el responsable de la acción militar. Luego de algunas acciones militares, solo quedó la salida de un armisticio.  Francisco Wright y Adolfo Saldías fueron comisionados para negociarlo.  Carlos Pellegrini y Aristóbulo del Valle se entrevistaron y acordaron un armisticio por veinticuatro horas, para enterrar los muertos; así fue que llegó la capitulación en términos honrosos para civiles y militares.
En 1891, Julio A. Roca líder del oficialista Partido Autonomista Nacional, pactó con Bartolomé Mitre una fórmula de unión entre los dos partidos, el acuerdo se formalizó el 16 de abril de 1891, y al oponerse Alem, provocó la ruptura de la Unión Cívica.  Sus seguidores crearon la Unión Cívica Radical.  Por su parte los seguidores de Mitre formaron la Unión Cívica Nacional. Allí Adolfo Saldias se mantuvo firme a sus convicciones y fue uno de los miembros fundadores de la U.C.R.
El 20 de diciembre se realizó un mitin radical en el frontón de Buenos Aires que reunió una multitud, esto generó la preocupación del oficialismo y ante la proximidad de las elecciones,  el 2 de abril de 1892, el presiente Pellegrini declaró el estado de sitio y ese mismo día fueron detenidos Alem y Victor M. Molina, sin ser respetados sus fueros parlamentarios, y también Martín M. Torino, Guillermo Leguizamón, Adolfo Saldías, el coronel Martín Irigoyen, Francisco Barroetaveña, Joaquín Castellanos, entre otros, y luego detenidos e incomunicados a bordo de la corbeta de guerra “La Argentina”.  Bernardo de Irigoyen quedó confinado en su campo “La Choza”, cerca de Luján.  Los políticos encarcelados fueron deportados a Montevideo.
el lazareto Rossetti
Quedaba claro que la única vía posible para desterrar a ese contubernio conservador adueñado del poder era seguir el camino revolucionario. La revolución de 1893 lo encontró a Saldías junto a Alem y el 21 de setiembre fue detenido con otros dirigentes radicales, recluidos primero en el pontón “Ushuaia” y luego en el hospital flotante, más conocido como el lazareto “Rossetti”, donde permanecieron casi un mes. El exilio del año 1893, que se prolongó hasta febrero del 94, le deparó a Saldías conocer a Sara Guillot y Conde con la que contrajo matrimonio el 14 de junio de ese año.
Las diferencias entre saldias e Hipólito Yrigoyen después de la muerte de Alem, produjeron el distanciamiento de Saldias de la Unión Cívica Radical, aunque sostuvo y siguió manteniendo y defendiendo los mismos principios hasta el final de su carrera política. El 1º de mayo de 1898, llegaba a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, el doctor Bernardo de Irigoyen, quien ofreció a Saldías la cartera de Obras Públicas, cargo que éste desempeñó durante tres años. En 1902 es elegido Vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires, acompañando a Marcelino Ugarte.
En 1906 se incorporó a la Cámara de Diputados de la Nación, al mismo tiempo, publicaba “La evolución republicana en la Revolución Argentina”, y escribió la “Vida y obra del Padre Castañeda”. Concluido su mandato como diputado nacional, Saldías pudo volver a sus libros y a la gran colección de documentos que había logrado reunir durante muchos años.
En el año 1910, el Gobierno Nacional designa como Interventor de La Rioja al Dr. Adolfo Saldías. El 5 de noviembre de 1911 la Junta de Historia y Numismática Americana lo incorporó como miembro activo, en agosto de 1912 fue designado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Bolivia. Después de permanecer Saldías más de seis meses ininterrumpidos en la ciudad de La Paz, pidió una licencia por cuestiones de salud. A comienzos de octubre de 1913 vuelve a La Paz con su hija, reanudando las conversaciones con las autoridades bolivianas y la correspondencia con nuestro ministro de Relaciones Exteriores, en relación con un conflicto estallado por cuestiones de límites. Para alejarse del crudo invierno de La Paz, en 1914 vuelve a Buenos Aires en uso de licencia, reanudando enseguida las actividades culturales. En septiembre 1916, Saldías regresó con su familia a La Paz, falleciendo en dicha ciudad el 17 de octubre a la edad de sesenta y cinco años.
Una vez llegados sus restos a la ciudad de Buenos Aires, y ya ejerciendo la Presidencia de la Nación Hipólito Yrigoyen, de acuerdo al decreto de honores del gobierno nacional, el cortejo fúnebre fue escoltado desde la estación Retiro por el Regimiento 6º de Caballería y presidido por los ministros de Relaciones Exteriores y Guerra, representantes del cuerpo diplomático, intendente municipal, altos funcionarios, amigos del extinto, miembros de su familia y público.

Fuente Consultada: www.revisionistas.com.ar

 
Pablo Eduardo Vázquez