miércoles, 25 de mayo de 2016

José Santos Salinas


El Guardapolvo Blanco y La Reforma del 18’



                José Santos Salinas nació en Chañar, departamento de Olta, Provincia de La Rioja en 1870. Originario de una familia de maestros, en su juventud también fue maestro; su hermano Reyes Magos Salinas, llegó a ser Inspector General de Escuelas de la Nación.

                José, se recibió de profesor en el actual Instituto de enseñanza Superior  nº2 Mariano acosta, de donde egresó en 1890 como Profesor Normal. Luego de allí, se trasladó a Buenos Aires donde ejerció como docente para costear sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, recibiéndose de abogado. Durante sus estudios participó en la Revolución del Parque en 1890 y en la Revolución de 1893, siendo de esta forma un militante y dirigente, primero de la Unión Cívica y después de la Unión Cívica Radical de la primera hora. Fue un gran seguidor de Leandro Alem y después de su muerte en 1896, de Hipólito Yrigoyen con quien guardo una gran relación.

                Desde muy joven adopto y se sintió plenamente identificado con los principios doctrinarios e ideológicos de la Unión Cívica Radical, estaba claramente convencido que la causa que el nobel partido defendía era la misma causa que él sentía como propia y que era el camino que el pueblo y el país debían tomar para cambiar el rumbo de una nación que estaba anquilosada por la perpetuación en el poder de una clase dirigente retrograda y corrupta.

                Luego de completar sus estudios, se estableció en la Provincia de Jujuy, donde ejerció la docencia, y fue uno de los primeros adherentes a la fundación de la Unión Cívica Radical en esa provincia.

                Fue representante durante varios periodos a la Convención Nacional de la UCR por la provincia de Jujuy, y en 1912 fue elegido diputado nacional por esa misma provincia, aunque no asumió el cargo por considerar que aún no estaban las condiciones dadas desde el punto de vista ético y moral y que la ley Saenz Peña aún no se cumplía en su totalidad en función de garantizar comicios libres y transparentes, esta actitud fue tomada por la Unión Cívica Radical, mostrándose de esta forma José Salinas orgánico a las decisiones del Partido a nivel nacional. Años más tarde fue nombrado Inspector General de Escuelas de su provincia de adopción.

                Al asumir la presidencia el primer presidente radical, Hipólito Yrigoyen, llevó como Ministro de Justicia y Educación a José Salinas. Uno de sus principales colaboradores fue el doctor Ángel Gallardo, que ejerció como presidente del Consejo Nacional de Educación. Salinas, ejerció el mencionado ministerio durante toda la Presidencia de Hipólito Yrigoyen, es decir, desde el 12 de octubre de 1916 al 12 de octubre de 1922, cuando asumió la Presidencia de la Nación Marcelo Torcuato de Alvear.

                Durante su gestión al frente del Ministerio de Justicia y Educación protagonizó y generó grandes y profundos cambios en consonancia con lo que Hipólito Yrigoyen mandaba, y la Unión Cívica Radical promulgaba desde su nacimiento. Se buscó mejorar las condiciones en que ejercían su tarea los maestros, incluyendo mejoras en sus salarios y mayor puntualidad en los pagos. También estableció la obligatoriedad del guardapolvo blanco para todos los estudiantes primarios, esto no es un dato menor, ni una medida de color y poco trascendente, todo lo contrario, ya que la instrumentación del guardapolvo blanco en las escuelas tenía que ver con una cuestión netamente filosófica y de gran contenido social, se pretendía generar una medida de igualdad social, ya que de esta forma todos los alumnos al vestir el mismo guardapolvo, no se podría advertir la indumentaria que vestían y por ende su procedencia económica ni social, viéndose todos iguales para los educadores y entre ellos mismos.

                Fundó centenares de escuelas, siendo durante su gestión la mayor cantidad de escuelas abiertas por el estado o por un gobierno, aún hoy en la actualidad, además, proveyó a éstas y a las ya existentes con tres mil cargos titulares. En 1918 propuso una Ley Orgánica de Educación Pública, que no fue aprobada por el Congreso, cabe destacar que aún con el gran triunfo electoral obtenido por la Unión Cívica Radical, el partido no había podido cambiar el mapa político del Senado donde se mantenía en franca minoría, esto atrasaba y comprometía los proyectos que la Unión Cívica radical llevaba a la deliberación del Congreso.

                Pero lo más importante, tal vez, durante su gestión vino de la mano de los estudiantes universitarios cordobeses y la gran voluntad de Hipólito de Yrigoyen de democratizar las Universidades Argentinas, y tiene que ver con esa gran gesta que llevaron adelante y comenzaron aquellos estudiantes de la universidad de Córdoba como fue lo que se conoció con el nombre de la Reforma Universitaria del 18’.

                Hasta la llegada del radicalismo al gobierno sólo los hijos del poder y aquellos que pertenecían a la aristocracia accedían a las universidades, que eran un instrumento esencial de control ideológico y garantizaban la continuidad del sistema, educando, en los mismos valores de sus padres, a los futuros dirigentes de un país al que consideraban una propiedad privada. En 1918 en la Argentina existían solamente tres universidades nacionales: la de Córdoba, fundada en 1613, la Buenos Aires, fundada en 1821 y la de La Plata, de 1890. La matrícula de las tres juntas llegaba por aquel entonces a catorce mil alumnos.

                La llegada al poder del radicalismo alentó las esperanzas de la clase media de acceder a una aspiración natural, el ascenso social de sus hijos por medio del ejercicio de profesiones liberales. El sistema universitario vigente era obsoleto y reaccionario. Los planes de estudio estaban décadas atrasados.

                Frente al reclamo de los estudiantes, el 2 de abril, el “democrático” Consejo Superior decidió clausurar la universidad. El comité estudiantil redactó un memorial con sus reclamos y se lo envió al ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, José S. Salinas: “No sólo es el régimen orgánico de los estudios superiores que precisa modificase: es urgente la renovación del profesorado, en forma que asegure la competencia de los docentes designados; es indispensable la reforma de los planes de estudio para modernizar y mejorar la enseñanza, y queremos, por fin, los estudiantes, otra organización disciplinaria, menos meticulosa, más sincera y más útil. Todo ello, a nuestro juicio, si no es secundario, tiene como base la reforma de la constitución universitaria, que, entregando hasta la fecha, a unos pocos el gobierno de la casa, mediante las academias vitalicias, ha substraído la universidad a las innovaciones que su propio progreso necesita”.

                Una delegación de estudiantes viajó a Buenos Aires y se entrevistó con el presidente Yrigoyen, quien ordenó de inmediato la intervención de la Universidad, nombró interventor al procurador general de la Nación, José Nicolás Matienzo. A poco de llegar a Córdoba, el interventor comprobó la veracidad de las denuncias de los estudiantes y presentó un proyecto de reformas al estatuto reconociendo que “la actual inamovilidad de los cuerpos directivos de las facultades, compuestos de miembros vitalicios que proveen de su propio seno los cargos de rector, de decanos y de delegados al Consejo Superior, ha producido una verdadera anquilosis al organismo universitario”.

                Los estudiantes de las universidades de Buenos Aires y Córdoba lanzaron la Reforma Universitaria, con el objetivo de lograr la modernización, la gratuidad, el cogobierno estudiantil y la autonomía universitaria. La permanente movilización estudiantil dio sus frutos y el 7 de agosto, el medieval rector Nores presentó su renuncia. Yrigoyen decidió enviar un nuevo interventor, el ministro de Educación, José Salinas. El 26 de agosto la FUC (Federación Universitaria de Córdoba) efectuó otro acto que reunió unas veinte mil personas y tuvo un fuerte contenido anticlerical. La asamblea ratificó su confianza en Yrigoyen y reclamó el inmediato envío de la intervención. Los ánimos seguían caldeados y se decidió la toma de la universidad hasta tanto llegara la intervención del ministro Salinas. El 9 de septiembre los estudiantes tomaron la Universidad, y asumieron interinamente su conducción. Salinas llevó adelante una prolija tarea de reorganización y reabrió el internado en el Hospital de Clínicas que había sido cerrado por el rector depuesto. Las vacantes producidas por los renunciantes docentes adeptos al viejo régimen, fueron cubiertas por algunos reformistas como Deodoro Roca y Arturo Capdevila. Con el aval de la FUC fue electo rector el doctor Eliseo Soaje.

                El movimiento universitario reformista renovó los programas de estudio, posibilitó la apertura de la universidad a un mayor número de estudiantes, promovió la participación de estos en la dirección de las universidades e impulsó un acercamiento de las casas de estudios a los problemas del país. Implantó el cogobierno de la Universidad por graduados, docentes y alumnos; la libertad de cátedra, la autonomía y el concurso docente para cubrir los cargos. Proclamó al país y a toda América Latina sus ideas de comunidad universitaria libre y abierta, políticamente autónoma y aseguradora del carácter estatal de la enseñanza universitaria.

Tumba de José Salinas
descubierta en total abandono
                El gobierno de Yrigoyen apoyó decididamente la Reforma y colaboró para que se extendiera por el país. El ministro Salinas propició la fundación de La Universidad del Litoral, creada por Ley Nacional el 17 de octubre de 1919, y la de Tucumán, fundada en 1921, estas Universidades, nacerán con el espíritu reformista. Los estatutos de la Universidad del Litoral fueron consensuados entre graduados, docentes y estudiantes, por eso fue llamada, con justicia, la Universidad de la Reforma.

                Tras el final de su gestión ministerial, Salinas regresó a Jujuy, donde ocupó algunos cargos públicos. Fue un  hombre que ininterrumpidamente bregó por la educación pública y de calidad. Su figura merece ser recuperada del olvido, el anonimato y la ignorancia, debe ser resaltada como un gran ejemplo de uno de los hombres que contribuyeron en gran medida, con su capacidad intelectual, su ética y su moral puesta al servicio desinteresado por el bien de la educación argentina y para el crecimiento sostenido del país. Falleció en Buenos Aires en 1933.



Pablo Eduardo Vázquez

JOSE SANTOS SALINAS:
EN EL CENTENARIO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
12 DE AGOSTO DE 1921


                La Universidad de Buenos Aires, como las de Córdoba y La Plata, ha recibido el saludable influjo de las nuevas ideas impuestas por el espíritu renovador argentino, de acuerda con las exigencias y necesidades de la Nación en el orden de las instituciones de enseñanza superior y con los adelantos de le civilización en las distintas manifestaciones de la Vida. El régimen de gobierno, los métodos y procedimientos docentes, las normas reguladoras de su organización y desenvolvimiento, están fundamentados y orientados por ese principio renovador. Ello es, por otra parte, propio de la nueva vida que vive la Nación, desde el preciso instante en que dejo de ser gobernada para gobernarse a sí misma.

                Podemos afirmar, sin reticencias, que, en la hora presente, la Universidad argentina, despojada de sus viejos moldes, sin círculos privilegiados, libre de prejuicios, ajeno a los intereses creados, sin banderías ni egoísmos, llevando solamente en su seno generoso, palpitante, el noble ideal de la ciencia, marchara rectamente, difundiendo las virtudes de sus enseñanzas, hacia la consecución do sus superiores destinos y con la posesión plena de sus atributos esenciales de institución autónoma, educadora y democrática.

                Además, la Universidad Argentina, por virtud de la reforma realizada, ha adquirido su sello peculiar, característico. Intervienen concurrentemente en su constitución las tres entidades que forman el organismo universitario: las autoridades propiamente tales, los profesores de todas las categorías y denominaciones, y los estudiantes, alma y vida del Instituto. La acción conjunta y armónica de esos factores, el peso y contrapeso de las opiniones, los esfuerzos colectivos, la reciprocidad de anhelos, una más íntima y permanente vinculación, los mutuos afectos, la responsabilidad solidaria, generaran sin duda alguna, los comunes ideales, los patrióticos ideales de forjar una universidad genuinamente argentina, grande y prestigiosa, identificada con la vida nacional, con su desenvolvimiento político, institucional y social, con sus necesidades económicas, industriales y comerciales.

                La febril y apasionada participación de la juventud en el noble afán reconstructivo de la reforma, que alarma a los retardarios del progreso moral de la República  no es sino la realidad de la democracia universitaria, por ella misma consagrada, como uno de los postulados fundamentales. Es que la quietud de antes que significa la muerte, ha sido reemplazada, ahora, por el movimiento que es la vida.