Las elecciones
fueron convocadas para el 3 de noviembre de 1935. Más allá de las correctas
relaciones establecidas entre dirigentes conservadores y radicales, a nadie se
le escapaba que una elección se ganaba con hombres decididos a defender a punta
de pistola la voluntad popular. El gobernador Frías era un hombre correcto, y
Aguirre Cámara un político honorable, pero la maquinaria del partido
conservador era implacable, una maquinaria que se valía de los recursos del
Estado y operaba con la participación de policías, comisarios políticos, jueces
y matones contratados por los dirigentes lugareños.
La historia de la
campaña electoral de ese año será la historia de los enfrentamientos armados
entre radícales y conservadores. ¿Había otra posibilidad de hacer política? Tal
vez en los papeles, pero no en la realidad. El 21 de octubre de 1935 el
radicalismo lanzó de hecho su campaña electoral. Asistió para este lanzamiento
Marcelo T. de Alvear. Según las crónicas, el acto central estuvo presidido por
tres palcos. Los oradores hablaron a la multitud con el florido y combativo
lenguaje de entonces. La consigna que presidía el acto era por de más de
sugestiva: “Correligionarios, hay que cuidar la libreta de enrolamiento”.
Consejo oportuno.
Una semana después hubo incidentes armados en Quebrada de Luque. El 29 de
octubre se produjo una tremenda balacera en Sacanto. En la ocasión, los
abogados del radicalismo acusaron al sargento Nazario Rojas de haber asesinado
al correligionario Erasmo Ceballos Araya. El 3 de noviembre se votó con
relativa tranquilidad. Hubo incidentes, algunos tiroteos y abundaron las
denuncias, pero finalmente se impuso la UCR por unos cinco mil votos. Un
triunfo demasiado ajustado para que los conservadores lo aceptasen a libro
cerrado. Pronto se presentaron los problemas. Entre idas y venidas se admitió
que en nueve localidades era necesario hacer elecciones complementarias.
Con una diferencia
tan estrecha de votos, esas elecciones complementarias previstas para el 17 de
noviembre pasaron a ser decisivas. Los radicales llamaron a defender el voto;
los conservadores convocaron a ganar como fuera. Desde el Comité Provincial de
la UCR se tomaron todos los recaudos para cumplir con la consigna. A cada
localidad marcharon abogados, dirigentes y fiscales. Los conservadores por su
parte contaban con los mismos recursos, más la policía y los temibles agentes
del Escuadrón de Seguridad.
En todos lados hubo
problemas, pero la localidad donde la violencia y la muerte adquirieron su
máxima expresión fue en Plaza de las Mercedes. Se trata de un pequeño pueblito
del departamento de Río Primero ubicado a unos cien kilómetros de la ciudad de
Córdoba. En las elecciones del 3 de noviembre los resultados habían sido
elocuentes: Partido Demócrata: 196 votos; UCR, cero. El fraude fue tan
escandaloso que los comicios debieron anularse.
La delegación
radical que viajó a Plaza de las Mercedes salió de Córdoba el 17 de noviembre a
las cinco de la mañana. La integraba Pedro Ezequiel Vivas, apoderado del
partido, Carnero Agobar Anglada y Argentino Autcher, quien diez años después
será el primer gobernador peronista de la provincia. No eran los únicos
radicales que se hicieron presentes ese domingo de noviembre de 1935. Los siete
automóviles con hombres armados llegaron a la casa de Eulogio Argüello, el
puntero radical de la zona. Allí se repartieron armas largas, winchester y
maúser. Entre quienes se sumaron a la “delegación” estaba el señor Carlos
Moyano, radical de toda la vida, pero en primer lugar, campeón de tiro.
El aire olía a
pólvora. La Voz del Interior tituló en esos días: “En Plaza de las Mercedes
impera un régimen de violencia”. Un diario oficialista tampoco se quedaba
atrás: “En las jornadas de hoy se juega el prestigio del gobierno y del partido
gobernante”. Había otros títulos muy de la jerga política de la época.
“Buscando la liebre para el guiso”. “Maniobras politiqueras de baja laya”.
Digamos que todo
estaba preparado para una gran balacera. Si los conservadores se jugaban el
prestigio de su partido, los radicales jugaban algo parecido y estaban
dispuestos a jugarlo, como dijera un caudillo de la zona, “a lo macho”. El
caudillo conservador lugareño Eudoro Vásquez Cuestas, el jefe político Eugenio
Sangenis y el comisario Ugolino Olmos pensaban más o menos lo mismo. Un detalle
a tener en cuenta: hombres uniformados había de los dos lados.
O sea que todo
estaba preparado para que corriera sangre.
Volvamos a los
hechos. Los autos radicales llegaron a Plaza de las Mercedes alrededor de las
siete de la mañana. El correligionario Argüello informó a Vivas que la noche
anterior la policía había estado recogiendo libretas de enrolamiento. Un
almacén de ramos generales, la estafeta de correo, la escuela y la iglesia. La
calle desierta, los hombres parapetados detrás de los autos, el cielo nublado
amenazando llovizna, le otorgaban al paisaje el tono difuso de lo irreal. Se
intentó parlamentar. El hombre que hablará en nombre de los radicales será el
doctor Pedro Vivas. El hombre se acercó a los policías. Lo protegían las armas
de la UCR. El Escuadrón de Seguridad aguardaba expectante.
Vivas intentó
conversar con el cabo Albornoz. Discutieron. Albornoz no aceptaba la insolencia
de que se presentasen armados. En algún momento el cabo lo golpeó. Vivas cayó
al suelo. Quiso ponerse de pie, pero el auxiliar Alejandro Martínez lo ultimó
de un balazo. Fue su último acto. Moyano disparó desde uno de los autos y
Martínez y Albornoz murieron, uno en el acto y el otro en el hospital. Comenzó
el tiroteo. Los policías vacilaron. No esperaban esa reacción. Vacilaron y
murieron acribillados. Siete policías (otra fuente dice nueve) cayeron en la
volteada, entre otros, el comisario Olmos.
Agobar Anglada fue
herido en una pierna y murió desangrado. Los radicales recogieron a sus heridos
y muertos y huyeron por caminos laterales. Matar tantos policías no era moco de
pavo. Pronto se hicieron presentes en Plaza de las Mercedes otras fuerzas
policiales y los principales referentes políticos del conservadorismo. La
noticia llegó a Córdoba. Mientras tanto, los radicales trataban de eludir a la
Justicia. Cerca del mediodía empezó a llover. En un cruce de caminos se
tirotearon con hombres de civil. Casi a la noche llegaron a Jesús María y se
refugiaron en la casa de un correligionario de apellido Cevallos. Llegaron con
los hombres heridos y el muerto, Pedro Vivas, que recién al otro día será
trasladado a su casa.
La provincia estaba
consternada. Ese domingo se jugaba el clásico entre Belgrano y Talleres y el
partido debió suspenderse. A la tarde llegaron a Plaza de las Mercedes los
dirigentes radicales Gabriel Rawson, Andrés Rampoldi y Santiago del Castillo.
Discutieron con los apoderados conservadores. Reclamaban por los fiscales y
exigieron participar en el recuento de votos. El aire se cortaba con un
cuchillo filoso. No era para menos. Siete o nueve policías muertos.
Conclusión: los
conservadores fueron derrotados con las armas y ahora serán derrotados con los
votos. Amadeo Sabattini será consagrado gobernador. Siempre reconocerá que su
cargo lo ganó en Plaza de las Mercedes. Lisandro de la Torre desde Santa Fe
dirá que “con la candidatura de Amadeo Sabattini se salvó en Plaza de las
Mercedes el honor de la República”. No exageraba.
Recién en mayo de
1936, Sabattini asumirá el cargo de gobernador. Sus ministros serán Santiago
del Castillo, Antonio Medina Allende y Augusto Garzón Agulla. Por el
departamento de Cruz del Eje fue elegido senador el doctor Arturo Illia. La
consigna “Aguas para el norte, caminos para el sur, escuelas para toda la
provincia”, empezaba a hacerse realidad.
El Comité Provincial de la UCR envió al lugar al Dr. Andrés Rampoldi, al
médico Gabriel Oddone y al presidente del comité de la capital Dr. Santiago H.
Del castillo. Los radicales fueron obligados a abandonar el pueblo por orden e
la autoridad con la consigna de que no existían garantías para su seguridad. A
su paso por Santa Rosa fueron detenidos por orden del Diputado Vázquez Cuestas
y posteriormente puestos en libertad. Sin embargo al paso de Estación Río
Primero, fueron nuevamente detenidos y alojados en la comisaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario