En tiempos como
los que vivimos donde la clase política de nuestro País se ve tan
desprestigiada producto de las constantes muestras de incapacidad e
incompetencia que deja casi cotidianamente, realizar una síntesis biográfica, para
recordar, destacar y hacer conocer la trayectoria y la conducta del Doctor
Honorio Pueyrredon resulta un acto de estricta justicia para este importante
Dirigente de nuestro país y de la Unión Cívica Radical que enalteció a nuestra
Nación y a la actividad política en si desde los ámbitos en los que se condujo.
Honorio Pueyrredon nació en la
ciudad de San Pedro, un 9 de julio del año 1876. En 1896 se graduó
en la Facultad
de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires, lugar en el cual ejerció la
docencia, pero su formación política también estuvo fuertemente ligada a la
gran importancia que tuvo su familia en lo que respecta a la vida política de
nuestra Nación desde su mismo nacimiento.
Era sobrino nieto del General
Juan Martín de Pueyrredon, prócer mismo de la Nación , héroe de la reconquista de Buenos Aires durante
las invasiones inglesas, y que fuera Director Supremo de las Provincias Unidas
del Río de la Plata. Su
abuelo fue José Cipriano Pueyrredón, otro gran patriota y soldado de las
guerras de la independencia. Su padre era Adolfo Pueyrredon, el exiliado
antirrosista que vivió en Brasil dieciséis años, donde se casó con Idalina
Carneiro da Fontoura. Y que luego de la batalla de Caseros retornó al país radicándose
en la localidad bonaerense de San Pedro.
Honorio
Pueyrredon supo hacer honor y mantener en alto el nombre de sus ilustres
antepasados a través de sus valores éticos y morales, su gran capacidad y su
intachable e inclaudicable conducta, fue un hombre de gran lealtad y convicción
ideológica.
Fue un
hombre de fuertes convencimientos, abrazó la causa del radicalismo y por
consiguiente fue un incansable luchador de los postulados doctrinarios de la
Unión Cívica Radical.
Toda su
vida fue un infatigable defensor del pueblo, de la justicia y de la libertad.
Luchó por el sufragio libre y en contra de fraude instaurado en el país. En los
Órganos de Gobierno que le tocó desarrollarse fue un claro promotor y defensor
de la autodeterminación de los pueblos, la no intervención en los asuntos
extranjeros, la neutralidad, la defensa de la soberanía nacional y la unidad
latinoamericana.
Exigió
siempre el respeto a la Constitución Nacional y las instituciones democráticas,
como así también, exigió honradez administrativa y transparencia en la función
Pública.
Entre su
dilatada trayectoria política podemos destacar que fue nombrado ministro de
Agricultura en 1916 por el presidente Hipólito Irigoyen, ministro de Relaciones
Exteriores entre 1917 y 1922. Fue jefe de la delegación argentina en la primera
reunión de la Sociedad de Naciones en Ginebra y se desempeñó
como vicepresidente de su primera asamblea en 1920. En 1922 fue designado
embajador ante los Estados Unidos, ocupó también el cargo de embajador en Cuba
y fue Presidente de la delegación argentina a la VI Conferencia
Panamericana, celebrada en La
Habana en 1928. Fue elegido gobernador de la provincia de
Buenos Aires en las elecciones
del 5 de abril de 1931, pero las elecciones fueron impugnadas y finalmente
anuladas por el dictador José Félix Uriburu, que había derrocado al gobierno
constitucional de Hipólito Yrigoyen en 1930 dando inicio a una de las peores
épocas de la Historia de nuestro país que luego fuera llamada la Década Infame.
Durante la
década Infame desde el Gobierno Central se desató una ola represiva contra los
radicales, y Pueyrredon fue desterrado. Después de un año regresa y se
incorpora nuevamente a las filas de la
U.C .R. Es elegido entonces presidente de la Honorable Convención
Nacional partidaria. Continuó desplegando gran actividad en política y se lo
consideró un fiel representante de las tendencias yrigoyenistas. Luchó contra
el fraude electoral que garantizaba la estabilidad del poder central durante
estos tristes años. Debido a su pensamiento de nuevo fue confinado: estuvo en la Isla Martín García, en
San Julián y en el Penal de Ushuaia.
Lucho por
la causa Nacional, aquella que dio vida la Unión Cívica Radical a través de
Hipólito Yrigoyen, toda su vida hasta el día de su muerte en Buenos Aires el 23
de septiembre de 1945.
Nos dejó
discursos, comportamientos y frases para la posteridad que son y deberían ser
guía para todo aquel que quiera distinguir la militancia política y para
recordar alguna de ellas podemos decir que a los radicales nos dejó:
"El
Radicalismo no es simplemente un sentir político o una tendencia. El
Radicalismo es una religión de amor a la patria, de legalidad y justicia en las
instituciones y solidaridad social en la democracia; es el culto cívico de los
que creen en los derechos del hombre y buscan la armonía de la convivencia
colectiva mediante el régimen de la soberanía del pueblo, principio básico de
esa democracia que es la organización de máximo perfeccionamiento institucional
alcanzado en la civilización.
"El
Radicalismo es el credo político de la República. Debemos
mantener incólume su dogma cívico, rindiendo intransigentes nuestro espíritu en
su fe. Ay! de aquellos a quienes la seducción, el interés o la ambición, los
lleve a claudicar de estos principios! Ninguna posición, por alta que ella sea,
tiene valor si se adquiere al precio de una declinación individual o
colectiva".- (Discurso en el banquete de confraternidad que ofreció un
grupo de correligionarios visitantes a los desterrados en Montevideo 13-12-1931).
Honrar y
destacar la trayectoria política de este pro hombre de la Unión Cívica Radical no es mas
que dar un claro ejemplo y una enseñanza positiva para las futuras generaciones
de cual es el camino correcto que se debe tomar tanto en la militancia política
como en la función pública, ese ejemplo ético, moral y la capacidad puesta al
servicio de la Nación.
Pablo
Eduardo Vázquez
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