Fundación del Movimiento Renovación y Cambio
Raúl Alfonsín
24 de Septiembre de
1972
La humillación a que han sido
sometidos los argentinos durante estos seis últimos años no reviste parangón en
nuestra historia. Largo sería reseñar los atropellos perpetrados por la
dictadura militar en cada uno de los campos de la actividad nacional, baste
sólo recordar que la represión indiscriminada, la entrega de nuestro patrimonio
y la postración económica de las mayorías son los rasgos característicos de los
diversos gobiernos de la autodenominada "Revolución Argentina".
Pero no todo fue frustración.
Presenciamos también la firmeza de un pueblo que no estaba dispuesto a que le
arrancaran lo que con sacrificio había conquistado. Así es cómo enfrentó en
todos los ámbitos y por todos los medios, a los avasalladores del poder.
Permanentes movilizaciones jalonaron este período de la resistencia y muchos
hombres y mujeres inscribieron sus nombres en la nómina de los mártires de la
causa popular.
Los radicales fuimos protagonistas
activos de esta lucha por la recuperación de la soberanía. Cada militante
radical que en la
Universidad , en las fábricas, en las asociaciones
profesionales o desde el seno propio del partido estuvo presente en estas
jornadas, no solo contribuyó a hacer retroceder el régimen autocrático, sino
que, además, y esto es lo más importante, recogió una rica experiencia que le
posibilitó comprender que se han modificado los términos de la dinámica
política y adquirió a su vez, un compromiso definitivo con la causa de la
liberación de nuestro pueblo.
Si alguien quisiera encontrar el
origen de nuestro movimiento, debe buscarlo precisamente en la militancia de
estos hombres y mujeres. No fuimos los únicos que luchamos en el seno del
Radicalismo, pero podemos afirmar que sí fuimos los que asimilamos la
experiencia de estos años, en los que el rigor del proceso nos hizo asumir
trascendentes responsabilidades. Desde hace un tiempo ya, venimos impulsando en
nuestro Partido propuestas de acción adecuadas a la acción que soportamos.
Coherentes, hoy afirmamos en el
Radicalismo, su condición de corriente histórica singularizada por la síntesis
afirmativa de una convicción nacionalista, popular, democrática y liberadora.
Nacionalista, en tanto respeta las
autonomías de todos los pueblos y exige la preservación de la autodeterminación
argentina y de su estilo propio de vida.
Popular, en cuanto afirma la
justicia social y consagra al hombre como protagonista del proceso histórico de
transformación. Democrática, porque cree en la soberanía del pueblo como única
fuente de poder político, y en el gobierno de la mayorías sin opresión a las
minorías. Liberadora, porque esta históricamente comprometida con las aspiraciones
de independencia de nuestro pueblo, que desde sus orígenes como Nación se ha
visto agredida y distorsionada en su crecimiento por la penetración del
imperialismo monopólico. Y porque además, proyectamos esta vocación de
liberación a una sociedad que pretendemos modificar en sus estructuras de
atraso e injusticia, y cuyo signo distintivo es el de la explotación del hombre
por el hombre.
De allí que libertad, justicia y
liberación constituyen nuestras expresiones fundamentales.
Esta síntesis en una doctrina y en una acción política coherente a lo largo de ochenta anos es el aporte original del Radicalismo y su característica diferenciadora. Esta doctrina es la expresión natural de un país pluralista formado por aportes inmigratorios de todos los orígenes, cuyo alto índice de movilidad social es una realidad y un valor aceptado. Es asimismo un mandato histórico que asume, que define una doctrina viva, no cristalizada por dogmas, que se nutre de los aportes tecnológicos y científicos modernos y que, tal como lo afirmara el Plenario del Comité Nacional del 70, se abre sin temores al proceso de socialización que impulsa el nuevo humanismo en su lucha por la dignidad del hombre y de todos los hombres.
Esta síntesis en una doctrina y en una acción política coherente a lo largo de ochenta anos es el aporte original del Radicalismo y su característica diferenciadora. Esta doctrina es la expresión natural de un país pluralista formado por aportes inmigratorios de todos los orígenes, cuyo alto índice de movilidad social es una realidad y un valor aceptado. Es asimismo un mandato histórico que asume, que define una doctrina viva, no cristalizada por dogmas, que se nutre de los aportes tecnológicos y científicos modernos y que, tal como lo afirmara el Plenario del Comité Nacional del 70, se abre sin temores al proceso de socialización que impulsa el nuevo humanismo en su lucha por la dignidad del hombre y de todos los hombres.
El Radicalismo deberá ser para las
grandes mayorías nacionales instrumento idóneo para la transformación de la
sociedad actual, procurando el advenimiento rápido e incruento de la nueva
sociedad.
Una sociedad en la que conviven
aspectos formales de igualdad política con la desigualdad económica y social no
es democrática, y no constitituye por lo tanto, el modelo de sociedad que
buscamos afianzar. La defensa del sufragio universal no se agota en su prédica;
es sólo el punto de partida para realizar en el campo económico y social, lo
que el voto significó en el ámbito político.
EL MOVIMIENTO NACIONAL DE RENOVACION
Y CAMBIO procurará dentro del Radicalismo definiciones programáticas que
impulsen la instrumentación del cambio.
En 1972, el anhelo de cambio es una
realidad vigente y difundida a través de toda la República , y la
afirmación de nuestra voluntad de realizarlo ha dado origen a este Movimiento
en el seno del Radicalismo. Entendemos —lo entiende el pueblo—, que no se trata
de hacer ajustes y retoques en el "Sistema", sino de construir una
sociedad diferente en la que la satisfacción de las aspiraciones populares sea
un imperativo. Por eso la definición de nuestro Movimiento en el momento actual
no puede reducirse a un conjunto de programas sectoriales, sino que debe partir
de un enfoque global que explicite un modelo de sociedad argentina deseable,
que identifique el rol que el Estado debe asumir para lograrla y que formule
claramente su propia estrategia de acción política.
Estas afirmaciones son válidas en
general, pero lo son en mayor grado en un Partido histórico como el Radicalismo
que ha sido varias veces Gobierno y ha instrumentado políticas sectoriales
explícitas y aceptablemente coherentes a lo largo del tiempo. El país conoce la
dirección de nuestra marcha. Sólo debemos decirle que queremos ir más lejos,
considerablemente más lejos y mucho más rápido, aprovechando la experiencia
recogida y asimilándola.
Reinvidicando la esencia popular,
nacional, democrática y liberadora del Radicalismo, el imperativo de la hora es
radicalizarlo. Las mayorías populares tienen conciencia muy clara de sus
aspiraciones en materia de bienestar, justicia distributiva y participación
social. El sistema social actual no permite satisfacerlas porque la capacidad
de ahorro e inversión de la sociedad está controlada por las minorías
dominantes y estas las afecta según sus intereses que no son coincidentes, y en
general, resultan divergentes con los de los sectores mayoritarios.
Mientras las mayorías no logren
participar decisivamente en las determinaciones que hacen a la capacidad de
ahorro e inversión generadas por la actividad productiva de la sociedad, no
podrán satisfacer sus legítimas aspiraciones.
El único instrumento de que disponen
las mayorías para intervenir en esas decisiones es el peso de su presencia
política y la actividad del Estado subordinada a sus determinaciones.
Como se trata precisamente de
disputar a las minorías la base y fundamentos de su actual estructura de poder,
esta lacra no puede ser asumida, sino por un Estado decidido a intervenir en
todos aquellos sectores en que las minorías pretendan distorsionar un autentico
proceso de transformación democrática. Fortalecer el Estado deberá ser entonces
un componente central de la estrategia de las mayorías en el gobierno. El
Estado sólo será fuerte si tiene poder y con reglas de juego democráticas; ello
sólo es posible si dispone del protagonismo activo de las mayorías populares.
No basta el consenso electoral, apoyo activo, importa además, capacidad de
movilización y organización.
Las mayorías populares sólo apoyarán
activamente al Estado y a las estructura políticas que le dan sentido, si éstas
se muestran eficaces para satisfacer sus aspiraciones.
Por ello permanentemente hicimos de
la exigencia de elecciones libres, sin proscripciones ni condicionamientos,
nuestra bandera fundamental. Pero nuestro concepto de la práctica democrática
no se agota allí. Queremos institucionalizar al país a través del voto,
ejercido en todas partes: queremos votar en las elecciones nacionales,
provinciales y municipales; pero también queremos votar libremente en los
sindicatos y en la
Universidad , en las Cooperativas y en las Sociedades de
Fomento; y queremos votar también en las fábricas, en las Empresas y en los
Bancos. Y queremos sobre todo votar, no sólo a los hombres que nos representen,
sino a las políticas que éstos deberán ejercitar, porque así entendemos a la
democracia y así practicaremos la cogestión.
Sólo a través de esta alternativa es
cómo se podrá lograr hoy el avance social en Argentina. Creemos que así como se
logró arrancar al régimen esta posibilidad a través de la movilización popular,
ella debe seguir estando presente para garantizar el proceso.
Un análisis coyuntural nos muestra,
tal como reiteradamente lo afirmáramos que el campo de los proyectos políticos
en Argentina, puede ser reducido a cuatro propuestas fundamentales: la del
CONTINUISMO, es decir, la del mantenimiento del "statu quo". En ella
juegan diversas orientaciones, unas groseramente libre empresistas y
regresivas, y otras adornadas con tintes populistas. La del DESARROLLISMO, que
encarna la idea de realizar algunas transformaciones para que nada cambie y
que, a través de la entrega de algunas industrias y sectores básicos, a los
grandes monopolios internacionales pretende aumentar la renta nacional a costa
de consolidar e incrementar la dependencia, enajenando la Soberanía Nacional.
Otra propuesta es la patrocinada por los sectores de la ultraizquierda, que
tras el planteamiento idealista de una sociedad más justa, desarrollan una
praxis política incompatible con la realidad nacional y contradictoria con
nuestra experiencia histórica.
Por último, la propuesta que con
mayor claridad aparece como capaz de resolver las causas originales de nuestros
males, es sin lugar a dudas, el proyecto de la LIBERACIÓN NACIONAL.
Proyecto que nos comprometemos a sostener como medio para solucionar los
problemas del hombre argentino.
La crisis de nuestra economía no es
de coyuntura. Es la crisis de un sistema que ha sido estructurado sobre la base
de la dependencia y es usufructuado por la oligarquía que, durante años, desde
el poder político, fue acomodando los resortes fundamentales al servicio de sus
propios intereses. Las riquezas del país, la propiedad, el crédito, la
producción, el consumo y el intercambio deben estar al servicio del pueblo y no
de grupos o minorías. De allí nuestro compromiso con este programa de
Liberación Nacional que sólo puede ser concebido en su cumplimiento integral,
afirmando el sentido federativo como salvaguarda a la vez, de la economía nacional
y de las economías provinciales, porque el federalismo político debe ser
inseparable del federalismo económico.
La banca estará al servicio del
país. El proceso debe comenzar con la nacionalización inmediata por el Estado
de los bancos extranjeros, porque el área del negocio financiero que maneja el
ahorro nacional debe pertenecer exclusivamente a los argentinos.
La defensa de nuestra economía exige
la nacionalización del comercio exterior de los productos primarios,
iniciándose ya, y ahora, el proceso con las exportaciones de carnes y de
granos, concentrándolas en las Juntas respectivas, que darán intervención a las
Cooperativas de Productores y a las empresas nacionales que sean auténticos
vendedores y no meros representantes subordinados de los grandes monopolios
internacionales compradores de aquellos productos. Queremos arraigar el
concepto de que las divisas provenientes de toda exportación son del país, y su
manejo no puede ni debe estar librado a los intereses de ningún sector en
particular; de que controlar los movimientos de fondos con el exterior
significa una afirmación de soberanía, a la vez que conviene fundamentalmente
al desarrollo de la economía nacional.
Es imprescindible una Reforma
Agraria, encarada con criterio político, económico y social, que erradique el
latifundio y ponga nuestra tierra en propiedad de quienes la trabajan, para su
explotación en unidades económicas, pues ello aporta la única solución efectiva
para un positivo incremento de la producción en beneficio de todos. Y quede
entendido que la
Reforma Agraria no se agota en el proceso de división de la
tierra, el que deberá complementarse con la creación de las adecuadas
estructuras para un mejor aprovechamiento agrario.
Afirmamos el control total por el
estado de los sectores claves de nuestra economía: transportes, comunicaciones,
energía, hidrocarburos, siderurgia, aluminio y metalurgia no ferrosa,
petroquímica y celulosa; como así también la directa regulación selectiva del
crédito, el apoyo a la industria nacional, la cogestión de los trabajadores en
las Empresas. Estas bases constituyen la única posibilidad real de asegurar el
desarrollo, la plena ocupación y una justa e impostergable necesaria
redistribución de la riqueza que haga que el tan mentado producto bruto "per
capita" no sea el resultado de una mera operación aritmética, influenciado
por los pocos que todo lo tienen, sino la verdadera expresión de la realidad
económica de cada individuo. En materia de seguridad social debemos pugnar por
establecer un sistema de seguro integral que cubra todas las contingencias que
pueda sufrir un hombre o su familia, es decir, que desde el desempleo hasta la
vejez los riesgos que individual o colectivamente soporten los argentinos
deberán ser cubiertos por el Estado.
El sistema educacional argentino es
como nuestra sociedad, formalmente democrático e igualitario pero
sustantivamente inequitativo e injusto, no sirve al país, sino a las minorías
dominantes.
El creciente desarrollo científico y
tecnológico trae como consecuencia que el sujeto de la educación ya no es
exclusivamente el niño, el joven o el analfabeto, sino que se amplía a los
sectores ya instruidos, para una actualización permanente de conocimientos
capaz de responder con eficacia a los problemas nacionales de cada instante.
Se necesita una profunda Reforma
estructural, afirmación de la Reforma Universitaria permanente, que apoyándose
en el revolucionario acceso de los sectores populares a una enseñanza pública,
gratuita y laica, conducida por el Estado —que deberá controlar también
positivamente los medios de comunicación colectiva-, asuma características de
autentico sentido nacional para dar un sistema educativo y cultural que este al
servicio del país, capaz ce crear una ciencia y una tecnología argentina,
liberándola de toda dependencia.
Debe equiparse efectivamente el
sistema dándole bases financieras para su afianzamiento y desarrollo
permanente, a efectos de que responda a todos los reclamos educativos que le
haga el país.
Afirmamos que sin la formación de
una cultura que participe activamente en la vida nacional, no habrá Argentina
moderna.
En materia de política
internacional, orgullosos de la tradición radical, propugnamos el pleno respeto
por la autodeterminación de los pueblos, el establecimiento inmediato de relaciones
diplomáticas, culturales, y económicas con todos los países que luchan como
nosotros por su Liberación Nacional.
Nuestra lucha de hoy reclaman,
finalmente, la derogación de la legislación represiva, la disolución inmediata
del fuero antisubversivo, la revisión de sus condenas y procesos en trámite, y
el severo castigo de los responsables de torturas, abusos de autoridad y de
cualquier lesión de la dignidad humana.
Estas son las propuestas
fundamentales para el cambio de estructuras de Argentina; constituyen nuestro
aporte al proceso de esclarecimiento de la realidad nacional y nuestro modelo
de salida. Se verán enriquecidas a lo largo del proceso mediante la
contribución de todos los hombres que con actitud sincera se encuentren
dispuestos a dar de sí lo mejor para construir una sociedad más justa y más
igualitaria. Están aquí firmemente tendidas las líneas fundamentales que
configuran nuestra concepción de la política nacional. No somos una
circunstancia en el Radicalismo, por ello somos los más celosos custodios de su
unidad. No nacemos para una elección interna. Venimos a remozar nuestro Partido
y a convertirlo en vanguardia del proceso de liberación de nuestro pueblo.
Somos la fuerza vital del Radicalismo de todos los tiempos, del que renació en
cada momento difícil de Argentina, del que enfrentó al fraude y al régimen, el
que luchó contra las dictaduras militares y toda forma de opresión, y del que
estuvo en la Córdoba
del 69 y en cada movilización popular de los últimos tiempos.
A nuestro lado llamamos a los viejos
y jóvenes militantes de esta causa que preservan la vocación mayoritaria y
revolucionaria de nuestro Partido. A los estudiantes de la Reforma , que con su lucha
sostienen el aún hoy vigente programa del 18, a los hombres del campo y a los trabajadores
que día a día en la fábricas construyen con su esfuerzo el futuro de la República. Es decir,
llamamos al pueblo, a sus hombres y mujeres a reencontrarse con este Partido y
para servir desde el a la construcción de la nueva sociedad.
ROSARIO, 24 de setiembre de 1972
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