¡¡Tu
quoque juventud!!
(En
tropel al éxito)
Por Francisco
A. Barroetaveña
(Publicado en el diario La Nación el día 20 de agosto de 1889)
El Dr. Joaquín Nabuco dirigió a los
estudiantes de Derecho estas intencionadas palabras: “La grandeza de las
naciones depende del ideal que su juventud se forma en las aulas; y la
humillación de aquéllas proviene de las traiciones que los hombres hacen a sus
ideales históricos”. Pensamiento tan elevado y severo, ha coincidido en Buenos
Aires con los aprestos para un banquete político de un grupo de jóvenes que
manifestarán su adhesión incondicional al presidente de la República , según lo hace
comprender la invitación publicada.
El paso político que va a dar la
juventud juarista, ni es nuevo en nuestro país, ni tampoco honroso para el
civismo argentino. Ya cuando se agitaba la lucha presidencial última, los
jóvenes impacientes por figurar en la política activa hicieron una
manifestación semejante a la que ahora preparan en honor del doctor Juárez,
poniéndose incondicionalmente bajo la dirección política del presidente Roca,
abdicando la manifestación espontánea de ideas, doctrinas y afecciones que
contrariasen al jefe del Estado.
Esta y aquella adhesión no
significan otra cosa que la renuncia a la vida cívica activa de los jóvenes
para desaparecer absorbidos por una voluntad superior que los convierte en
meros instrumentos del jefe del Poder Ejecutivo.
La juventud que así inmola su
energía cívica poniéndose bajo la dependencia de un poder cuyas órdenes se
cumplen en silencio sin la menor objeción. ¿ Realiza algún ideal formado en las
aulas?¿ Practica algún principio usual en las naciones civilizadas que gozan de
organización constitucional?¿Imita movimientos análogos de la juventud de esos
pueblos? Con frecuencia nos llegan noticias de movimientos colectivos de la juventud
de otras naciones, ya persiguiendo algún ideal político levantado, alguna
campaña económica o humanitaria, que tanto realza el mérito moral, intelectual
y político de los jóvenes. La juventud estudiosa de Francia se levanta casi
unánime para protestar enérgicamente contra la ambición de un farsante audaz
que pretende colocar la
República bajo su boa de dictador; los jóvenes de Nápoles
saludan entusiastas en Gladstone la causa de la independencia de Irlanda; la
juventud alemana y de Italia da mucho que hacer a los cancilleres, porque
siempre está de parte del pueblo que fure, defenciendo causas justas, ideales
nobles y generosos; en España los jóvenes agitan el país defediento con
Moraitas la libertad de la crítica histórica, desafían las conminaciones del
poder y hacen caer ministerios; en Rusia el elemento juvenil forma en las filas
de ese terrible partido revolucionario que, careciendo de órganos legales para
desarrollar su programa e influir en el pueblo, se manifiesta por explosiones
siniestras; en el Brasis, la juventud reclama instituciones liberales, y al
mismo emperador le dirigen discursos pidiendo con altanería más progreso, más
libertad e instituciones federativas; en la República vecina, la
juventud estudiosa, lejos de pactar adhesiones incondicionales con los mandones
que se alzaron con el poder, corrió a los campos de batalla para reivindicar
con las armas en la mano esos derechos y libertades arrebatados por el abuso.
¡Estaba reservado a la República Argentina
el triste espectáculo que esta noche ofrecerá una parte de la juventud, que
felizmente es una minoría, renunciando a la libertad política, al ejercicio
espontáneo de los derechos del ciudadano, en homenaje a la voluntad del
presidente, adhiriéndose sin condiciones!
Lejos de nosotros el condenar la
organización política de los conciudadanos, la formación de clubes de jóvenes
con fines de política radical o posibilista. Pensamos que todos los argentinos
deben organizarse y luchar por el ejercicio de los derechos electorales,
suprimidos en el hecho, tal vez por falta de titulares que los reclamen con
energía.
Pero posibilismo político no es ni
ha sido nunca la maniobra que ejecutan ahora los jóvenes juaristas. No; una
cosa sería organizar clubes de jóvenes en la capital y demás ciudades
importantes de la República
y, después de constituir una potencia, pactar alianza con el poder bajo
condiciones que garantizaran reformas y mejoras favorables al país, y otra muy
distinta formas un club de jóvenes y ofrecer una adhesión incondicional al jefe
del Estado.
Lo primero sería posibilismo
político útil y saludable al país, lo último desdorosa abdicación del carácter
cívico, tal vez en aras de ambiciones impacientes, que sólo buscan el éxito,
sin mirar la higiene del camino que recorren.
¡Y en que momento la juventud
ofrece su adhesión incondicional al Presidente! Precisamente cuando en la
capital y en muchas provincias se realizan actos de cobardía cívica que nos
avergüenzan ante propios y extraños. Todos recordamos la consulta dirigida al
Presidente de la República
por los miembros de la legislatura de Mendoza, pidiéndole su “plácet” para
designar gobernador; ni hemos olvidado que dos provincias argentinas que antes
fueron guerreras y libertadoras ( Entre Ríos y Corrientes), borraron la
suscripción de un diario cuando supieron que habían caído en desgracia del
Presidente, en un mal momento de irritabilidad nerviosa, con el bizantino
propósito de halagar la cólera presidencial.
Las finanzas de la nación están
entregadas a un ilusionista o culpable que las lleva, fatal y velozmente, por
la pendiente del abismo; la moral administrativa de gran número de
reparticiones públicas gime bajo el peso abrumador de terribles acusaciones,
sin que de arriba se inicie correctivo eficaz y saludable; la vida política del
país totalmente suprimida, gozándose hoy mil veces más libertad política y
civil en todas las monarquías constitucionales de la vieja Europa que en esta
joven República de la América
del porvenir; la descentralización administrativa y política casi ha
desaparecido, pues ya en el hecho no hay provincias sino intendencias, ni
municipalidades elegidas por el pueblo sino comisiones de amigos de los
gobernantes llevados para asegurar el abuso y la arbitrariedad. En todas partes
malestar, desgobierno y escándalos, que arruinarán al pueblo cuando estalle una
crisis inevitable que todos la presienten.
En medio de este general
desgobierno, o del imperio de éste régimen funesto, que suprime la vida
jurídica de la nación reemplazándola por el abuso y la arbitrariedad, se
sienten los primeros trabajos electorales para la futura presidencia,
asegurándose que el Presidente actual impondrá al sucesor que se le antoje,
pues dispone del oro, de las concesiones y de la fuerza necesaria para enervar
los caracteres maleables y sofocar cualquier insurrección.
¡Este es precisamente el momento
elegido por un grupo de jóvenes de la capital para renunciar al civismo,
adhiriéndose sin condiciones a la voluntad del Presidente, de ese hombre
público que se manifiesta débil, impotente e inepto para gobernar con moralidad
y justicia al pueblo argentino!
Son tristes y desconsoladores estos
movimientos de la juventud , que de ser imitados nos llevarían a una franca y
vergonzante dictadura. Movimientos sin ningún ideal noble, generoso y
patriótico; sin proseguir ninguna idea o doctrina levantada que signifique un
progreso para el pueblo o la reforma de instituciones deficientes; nada, nada;
se busca sencillamente la aproximación al mando, la fruición del poder, a costa
de la sumisión, en cambio de la servidumbre política.
La designación de jefe único del
partido nacional, hecha en la persona del Presidente de la República , que
constitucionalmente no puede ser jefe de partido, sino jefe del Poder
Ejecutivo, del poder administrador de la nación; la docilidad del Congreso ante
las exigencias de ese jefe de partido para sancionar con ligereza inconcebible
proyectos de la mayor importancia; el aplauso que se le dirige a todas las
provincias cuando se consuma atropellos y la sustitución por el régimen de las
designaciones palaciegas; las adhesiones incondicionales como la que se hará
esta noche por un grupo de jóvenes argentinos de la decadencia cívica, ¿ no son
síntomas que nos demuestran un inmenso retroceso moral del pueblo y una
completa perversión de ideas?
Somos enemigos de la injusticia con
que se suele juzgar a los gobernantes y a los pueblos, haciendo a los primeros
únicos responsables de las victorias o de las catástrofes, del bienestar o del
infortunio que aflige o aprovecha a las naciones, las cuales aparecen como
entidades pasivas, irresponsables de los fenómenos que las afectan. El
presidente actual es hijo de su tiempo y del medio que lo rodea, como Rosas lo
fue del suyo; y tal vez la historia Argentina tenga que agradecerle el poco
daño que hace en comparación del que podría hacer con aplauso de su partido: la
posteridad le estará agradecida de que durante su gobierno se haya divertido
mucho y cuidado de su hacienda en vez de pasar a ejercicios más
trascendentales.
Aunque apenados por el suceso que
nos mueve a escribir este artículo, y después de condenarlo como una lamentable
y funesta abdicación cívica, nos complacemos en reconocer buenas intenciones en
algunos jóvenes manifestantes, con quienes nos ligan vínculo de cariñosa
amistad. Ellos entienden que la adhesión preparada en un lícito posibilismo que
les permitirá tomar posiciones para influir de una manera benéfica en el
gobierno. Pero ésta es una ilusión que verán luego desvanecerse, por la
influencia del medio ambiente dañino que los rodeará.
La supresión de la vida jurídica de
un pueblo que garanta a los habitantes la libertad y la justicia, no permite
ninguna expansión de aquellas que se imaginan los jóvenes cuando penetran al
poder por una puerta falsa. Cuando se les precisa no se escatima las ofertas:
diputaciones, ministerios, directorios, etc., pero luego no se cumple lo
prometido, o se confiere los empleos en condiciones tan humillantes que es
preferible abandonarlos por razones higiénicas.
La juventud juarista está en
minoría aquí y en las principales ciudades de la República , y creemos que
no se repetirán estas escenas que ofenden la energía tradicional de nuestra
raza. Para la mayoría que resiste las tentaciones del poder y vive en modesto
retiro, les citaremos unas hermosas palabras del canciller D´Agnesseau,
hablando de Demóstenes: “ Censor severo de la conducta de su pueblo, será más
popular que los que adulan las tendencias de la muchedumbre; se atreverá a
presentar a la vista de ésta la triste imagen de la virtud inflexible y penosa,
llegando hasta conseguir que se prefiera lo justo y lo bueno, aunque difícil, y
frecuentemente de éxito desfavorable, al atractivo y a las dulzuras de una
indigna prosperidad”.
Felizmente el Dr. Nabuco ya se fue
de nuestro país, para que no llevara la triste impresión de esta enseñanza de
virtud republicana que ofrecen los jóvenes en homenaje al Dr. Juárez,
traicionando los bellos ideales de la vida juvenil, cuando se adora la idea o
el principio por su bondad intrínseca, sin ningún cálculo ni ambición egoísta
prematura.
Ponemos punto final, formulando un
voto que desearíamos en el alma que se cumpliera. Que en el momento de los
brindis, la altivez nacional indignada, paralice la lengua de esa juventud,
volviendo cada uno a su hogar mortificado por el remordimiento de la adhesión
cesárea.
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